Cada película puede tener su particular objetivo y todos son lícitos. Unas cintas nacen con la intención de hacer reír, mientras otras pretenden arrasar en Sundance. Algunas quieren protagonizar nuestras pesadillas y otras llenar los cines de todo el planeta. A veces se logran los objetivos y a veces no. Pero lo que resulta francamente decepcionante es encontrarse con películas absolutamente irrelevantes que en ningún momento han tenido intención de generar nada en particular. Agente Stone es un ejemplo perfecto.
En Netflix ven lo que les funciona una vez y lo repiten hasta la extenuación. Lo hacen sin intención alguna de buscar cosas nuevas. Un piloto automático que penaliza, tal y como acaba de ocurrir con Agente Stone. La película había generado gran expectación al traer de nuevo a la pequeña pantalla a Gal Gadot. Sin embargo, si pensamos en que se trataba de un thriller con dosis serias de acción, lo cierto es que ha pasado lo más esperable. La canción sonaba a ya escuchada, lo que efectivamente sucede.
El público no es bobo. Agente Stone conseguirá unas cuantas visualizaciones y terminará incluso resultando rentable para Netflix. Pero lo cierto es que el intento de generar una nueva franquicia de éxito tiene pinta de que quedará lejos de ocurrir. Al final, con una propuesta tan amplia referido a plataformas, los espectadores tenemos cada vez el hocico más fino. No nos vale cualquier cosa y algunas compañías deberían empezar a interiorizarlo si no quieren verse en serios problemas.