Los niños (buenos o malos) son un elemento muy socorrido en las películas de terror. Seguramente se nos vienen un puñado de ellos a la cabeza sin ningún tipo de esfuerzo. No obstante, si ya es difícil gestionar la fama cuando se es un adulto hecho y derecho, no nos queremos imaginar lo difícil que puede llegar a ser para un niño de apenas 9 o 10 años.
No es extraño encontrarnos con pequeños que alcanzaron enorme nivel de popularidad, pero que terminaban siendo incapaces de superar los papeles que les hicieron saltar a la fama. Tal sería el caso de Linda Blair, la eterna Regan en El Exorcista o Danny Lloyd, el niño de El Resplandor. Este último incluso abandonó por completo la interpretación tras una película más… Una pena. Tres cuartos de lo mismo con Haley Joel Osment. El niño del sexto sentido intentaría remontar su carrera ya de adulto, lo que le resultaba imposible.
Otros en cambio corren con peor suerte. Famoso es el caso de la pequeña Heather O ‘Rourke, la famosa Carol-Anne de la saga de películas Poltergeist, quien falleció en el año 1988 con tan solo 12 años por una afección intestinal grave. Según se ve, el debutar en películas de terror siendo un niño es sinónimo de carrera cinematográfica tumultuosa. Parece ser que es más difícil sobrevivir a Hollywood que a un ente demoníaco…
Si la cosa arranca en la adolescencia, ya es otra cosa. Nos consolaremos con el hecho de que a partir de los 17 años el asunto ya pinta mejor para los actores que debutan en este género (tenemos a Jennifer Aniston, Kevin Bacon y Johnny Deep). Por ello, mejor esperar unos añitos para enfrentarse a entes malignos de este u otro mundo.