Aunque parezca mentira, han pasado nada más y nada menos que 38 años desde que el escualo más famoso del cine irrumpió en nuestras vidas por primera vez. Tiburón se plantaba en los cines de todo el mundo allá por 1975, y el resto es historia: Steven Spielberg se coronó como director, se inventó el blockbuster moderno y fue un absoluto éxito de taquilla (la película más taquillera de la historia hasta ese momento).
Pues bien, como Universal vio un filón en el sanguinario animalillo, empezó a producir secuelas a saco. Tiburón 2 fue un filme aceptablemente entretenido, pero muy por debajo de su predecesora en términos de calidad. Otro éxito de taquilla en cualquier caso. Desde ahí, las cosas se iban poniendo cada vez más feas.
Tiburón 3 fue una película maluca con un 3D ochentero que no había por dónde cogerlo. A pesar de todo, resultó rentable. Por último, Llegó el turno de Tiburón: La venganza. En la misma un tiburón justiciero se proponía vengar a todos sus antepasados caídos en otras película. ¡Hasta sacaba la cabeza del agua y rugía como un dragón! Decisiones arriesgadas (por ser amables) que provocaban que se la pegase en taquilla y acumulase un buen puñado de razzies.
Es por ello, que Steven Spielberg reniega de la saga desde la película original. En un primer momento, tenía intención de dirigir la secuela, pero el enfoque que le quería dar Universal no coincidía con su visión sobre el proyecto, por lo que decidió abandonarlo. La poca información que tenemos al respecto es que nuestro querido Steven no quiere ni oír hablar de la saga nunca más. Parece que su postura es irrevocable. No le gustó nada lo que se hizo partiendo de su sensacional película. Una indignación que perdura a pesar del paso de los años. No podemos culparle.