Seamos sinceros, los videojuegos y el cine nunca se han llevado bien. En las últimas décadas nos hemos encontrado unos cuantos intentos catastróficos de adaptar videojuegos que, de por sí, no tenían un guion definido o resultaba de lo más simple (véase el caso de Street Fighter o Super Mario Bros).
En otros casos, fallaba la fidelidad a la obra original (como Resident Evil) y en otros, simplemente las películas eran flojillas (las Tomb Raider de Angelina Jolie). Sin embargo, también se ha conseguido hacer bien las cosas. Uncharted con nuestro querido Tom Holland, Sonic con un Jim Carrey pasado de rosca o el terror psicológico que nos transmitían las desoladas calles de Silent Hill son muestra de ello. Eso por no hablar de la enorme serie de The last of us.
No obstante, también es meritorio hacer una película que no tenga ni una sola cosa buena. Es decir, el sacar un cero de pleno. Pues bien, aunque parezca imposible, hay una cinta que parece resistirse a entregar el testigo a ninguna otra. Se trata de Dead or Alive. El videojuego es una mezcla de Tekken y Street Fighter, pero la película es una versión cutre y soporífera de Los Ángeles de Charlie y Karate Kid. Nuestros ojos no han visto adaptación peor. El oro está más que merecido.
De esta forma, queremos avisar a los creativos de todo el planeta que el ranking por la cola está a un nivel muy alto. Tendrán hacer algo realmente horrible para conseguir desbancar a la gran estrella. Solo cuando veamos un espanto similar, nos postraremos ante ella y admitiremos la excelencia por debajo. Mientras tanto, que viva (o muera) Dead or Alive.