Se ha convertido en un fenómeno a la altura de la serie original. El pasado 29 de diciembre, Netflix decidía cerrar el año con una de sus apuestas más ambiciosas. Ese día se plantaba en nuestras vidas Berlín, el primer spin-off de ese arrollador fenómeno que era La casa de papel. La serie nos traía de vuelta a Andrés de Fonollosa, el sensacional personaje interpretado por Pedro Alonso. Lo hacía con un nuevo robo y una nueva banda. Una apuesta ganadora que, sin embargo, quedaba muy lejos de la serie original.
Berlín funciona. La historia se ambienta en el pasado, cuando en el mejor momento de su vida, Berlín planea robar una colección de joyas por valor de 44 millones de euros. Un nuevo robo y una nueva banda en una historia resultona, pero que carece de la fortaleza de La casa de Papel.
Esta vez la combinación entre el thriller, la tensión y la emotividad no funciona ni remotamente tan bien. A pesar de que se pasa un buen rato, las piezas del puzzle no encajan. De igual modo, la sensación constante es la de falta de cualquier tipo de novedad. Pero lo que realmente lastra el resultado final es el tosco dibujo de los personajes. Michelle Jenner, Tristán Ulloa, Verónica Vargas y compañía hacen trabajos magníficos, pero la atención que se les dedica en los 8 episodios de Berlín queda muy lejos de permitirles que nos enamoren como Tokio, Nairobi, Denver o el Profesor.
Así, Berlín demuestra con su éxito en todo el mundo que el tirón del universo de La casa de papel tiene un potencial brutal, pero que se podría desperdiciar de no apostar por una calidad superior.