Crítica de La Sustancia

Si pensabas que los excesos del cine de terror corporal ya habían tocado techo, La Sustancia llega para demostrar que todavía hay espacio para retorcer más cuerpos y estómagos. Coralie Fargeat, que ya nos había dejado un buen golpe con Revenge, aquí no solo pisa el acelerador, sino que se lanza directo al barranco con Demi Moore y Margaret Qualley a bordo, en una montaña rusa de body horror, críticas sociales y una sobredosis de vísceras. Vamos, lo que uno llama entretenimiento familiar… si tu familia está hecha de criaturas de pesadilla.

El argumento es sencillo en la superficie: Elizabeth Sparkle (Demi Moore) es una estrella envejecida que decide probar una misteriosa sustancia para volver a ser relevante y, sobre todo, joven. La fórmula mágica promete lo que todos deseamos (¡más colágeno en los pómulos!), pero el precio es caro. Entra Margaret Qualley como su versión mejorada y más joven, con una sensualidad tan palpable que casi salta de la pantalla para recordarte que el espejo es tu peor enemigo.

Lo cierto es que la película tiene más capas que el cutis perfecto de Qualley. La crítica social es evidente: la obsesión de la sociedad con la juventud y la belleza, el machismo que descarta a las mujeres al primer signo de envejecimiento, y la maquinaria despiadada de Hollywood que devora a sus estrellas cuando ya no venden. Pero, tranquilos, que esto no se queda en un sermón feminista sobre lo mal que está todo. No. Aquí se desatan litros de sangre, carne retorcida, y transformaciones corporales tan grotescas que te harán replantearte si esa crema antiedad realmente vale la pena.

Demi Moore y Dennis Quaid brillan en sus roles, especialmente Quaid, que consigue ser tan repulsivo como brillante, casi como si llevara décadas esperando interpretar a un Harvey Weinstein de caricatura. Y aunque el guion no es ninguna maravilla profunda ni necesita serlo, la película compensa cualquier falta de sutileza con una dirección visual que te mantiene pegado a la pantalla. Fargeat, claramente fan de Cronenberg y Kubrick, despliega una simetría visual impecable, creando cuadros grotescamente hermosos que te revuelven por dentro pero te fascinan a partes iguales.

Eso sí, aviso para los más sensibles: La Sustancia no se corta. Si lo tuyo es ver un cutis rejuvenecido a base de inyecciones y sangre deslizándose en cámara lenta, esta es tu película. Si prefieres que las arrugas lleguen de manera natural, tal vez quieras mirar para otro lado… o salir corriendo.

La Sustancia es una de esas experiencias que o amas o te hace desear una ducha larga y un trago de algo fuerte. Provoca, horroriza, entretiene y te deja pensando sobre la monstruosidad de la industria del espectáculo. Todo mientras te preguntas si realmente valía la pena ese último relleno de labios.

8 agujas con “sustancia” sobre 10.

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