En Hollywood hay dos tipos de estrellas: las que llegan por accidente y las que llegan por cálculo. Sydney Sweeney pertenece al segundo grupo. Nada en su carrera es improvisado. Lo tenía claro con apenas trece años, cuando reunió a sus padres en el salón de su casa, allá en el límite del estado de Washington, y les explicó su plan estratégico para ser actriz de éxito. Un documento a prueba de objeciones, donde cada posible obstáculo estaba contemplado. Y si algo fallaba, como ella misma recordó hace poco en Saturday Night Live, siempre quedaba el “recurso” de enseñar las tetas. Un comentario que es mitad broma, mitad diagnóstico exacto de cómo funciona la industria.
Mientras Zendaya se ha labrado la imagen de musa elegante y distante, Sweeney ha preferido abrazar una energía que recuerda a las grandes divas de los 80. Susan Sarandon es la comparación que mejor le encaja: inteligencia y sensualidad, en perfecta simbiosis. Como si llevar un escote de infarto fuera compatible con ser la más lista de la clase. Y en su caso, lo es.
La nerd que lo sabía todo
De adolescente, Sydney se planteó reducirse el pecho porque decía que no encajaba con su afición al deporte. Al final no lo hizo, y aunque es cierto que su físico le ha abierto algunas puertas, lo que ha hecho que las atraviese ha sido su cabeza. Porque esta chica era la empollona oficial de su instituto: capitana del equipo de robótica, club de matemáticas y número uno de su promoción. Y aún así, la gran conversación en TikTok es “Sydney Sweeney es, en realidad, muy lista”, como si no cuadrara que alguien así de guapa pudiera ser también una estratega brillante.
Glen Powell, su compañero en Cualquiera menos tú, lo dijo sin rodeos en The New York Times: “Es muy, muy, pero que muy inteligente”. De hecho, además de protagonizar esa comedia romántica que ha devuelto la fe al género, ella misma la produjo. Igual que Immaculate, su primera incursión en el terror, donde además lleva el rol principal.
De Euphoria a Barbarella
Entre 2016 y 2019, Sweeney fue puliendo su currículum: Pequeñas mentirosas, El cuento de la criada (donde hizo de jovencita recatada y devota) o Heridas abiertas, donde le ampliaron el papel porque su trabajo era demasiado bueno para limitarlo. Hasta Tarantino la fichó para Érase una vez en Hollywood, como una de las seguidoras de Charles Manson.
Pero el gran salto vino con Euphoria, donde interpreta a Cassie Howard, la adolescente con reputación de ser “fácil”, aunque bajo esa fachada haya una vulnerabilidad devastadora. Le llovieron nominaciones y aplausos. Y de ahí, a The White Lotus y a convertirse en la actriz que todo el mundo quiere.
Sydney Sweeney tiene claro cómo funciona el juego. Y lo juega a su favor. Tras el descalabro de Madame Web, ella misma confesó a GQ que aceptó el papel porque necesitaba una gran superproducción en su filmografía para ganar caché. La jugada es clara: haces una de esas, y después puedes producir lo que te dé la gana. Por ejemplo, el remake de Barbarella, que está en camino y que parece escrito a su medida.
Maestra del rumor (y del marketing)
Durante el rodaje de Cualquiera menos tú, los rumores de romance con Glen Powell inundaron la prensa. Y aunque ella estaba comprometida, lejos de huir del escándalo, Sydney lo gestionó con su habitual sangre fría. En su monólogo para Saturday Night Live, le agradeció al prometido que estuviera en el público. Las cámaras enfocaron a Powell. Y el momento fue puro Hollywood: incómodo, brillante, y completamente bajo su control.
Sydney Sweeney no está improvisando nada. Cada paso suyo está pensado para ganar. Puede que enseñe escote, puede que llore en primer plano, pero lo hace sabiendo que, mientras tanto, mueve las piezas en el tablero de la industria con una maestría que muchos envidian.