Damas y caballeros. Con todos ustedes la película de este año de Woody Allen. No son necesarias presentaciones cuando uno se encuentra con un creativo del calibre del actor, director, guionista, escritor y músico neoyorquino. Podemos prescindir de los apuntes pertinentes sobre la filmografía de un director con más de cuarenta cintas dirigidas a sus espaldas. El director de “Annie Hall” o “Manhattan” no necesita que hagamos un compendio de una decena de películas. Todas sus obras son brillantes. Unas mejores y otras más blanditas, pero siempre brillantes en guión y trasfondo. Del mismo modo, si hablamos de un hombre con cinco Oscar ganados y, nada más y nada menos que veinticuatro nominaciones a los premios de la Academia, continuar con este párrafo introductor ya se nos antoja frívolo. Centrémonos pues en la obra que hoy nos ocupa. La última lección de cine del maestro se llama “A Roma con Amor” y no es la mejor película del menudo cineasta, pero el agravio comparativo solo surge con su propia obra. Si la comparación la realizásemos con cintas del director medio, probablemente estaríamos hablando de una de las películas destacadas del último año.
Después del éxito cosechado por sus cintas rodadas en Europa con “Match Point” (2005), “Vicky Cristina Barcelona” (2008) y, sobre todo, con la magnífica fábula de “Medianoche en París” (clásico instantáneo dentro de la filmografía de Allen), el bueno de Woody visita otra mítica ciudad del viejo continente para su “A Roma con Amor”, y lo hace con una película formada por cuatro historias independientes con la capital italiana como telón de fondo. En la primera de las historias, un matrimonio americano formado por el propio Allen y Judy Davis viaja a Italia para conocer a la familia del prometido de su hija. La segunda de las historias tiene como protagonista a Roberto Benigni, que se mete en la piel de un italiano medio, famoso de la noche a la mañana sin ningún motivo. En la tercera, un exitoso arquitecto californiano (Alec Baldwin) vuelve a la Roma de sus amores, donde pasó unos felices años de su etapa estudiantil y donde conocerá a un joven estudiante (Jesse Eisenberg) con el que guarda gran parecido. La última de las tramas se centra en una pareja de recién casados que acude a la ciudad para visitar a unos familiares del marido con la intención de lograr un trabajo. Ambos vivirán historias separadas: la mujer (Alessandra Mastronardi) con una estrella del celuloide italiana y el hombre (Alessandro Tiberi) con una prostituta que entra fortuitamente en su vida (Penélope Cruz).
Las distintas tramas se desarrollan de manera irregular, siendo unas un lastre (floja la de Baldwin y la de Tiberi) para otras tan ácidas y divertidas como nos tiene acostumbrado Allen. Las apariciones del propio director y las de Roberto Benigni otorgan a la cinta sus momentos más brillantes en los cien minutos que dura la obra. Lo que no falla nunca es la habilidad del neoyorquino para exprimir al máximo a unos intérpretes que entienden lo que busca Allen y nos lo muestran a todos. Ya sea Roma, París, Londres, Barcelona o Nueva York, nuestro querido Woody muestra una vez más que las personas son personas en cualquier lugar, con sus deseos, anhelos, miserias y taras. Hasta lo que parece más frívolo es, en su fondo, un profundo psicoanálisis de las clases.
Tengan por seguro que “A Roma con Amor” no es la mejor obra de Allen, pero no se aburrirán. Cierto es que en algunos momentos se pierde el ritmo, pero esos minutos quedan compensados con los pasajes en los que Allen recupera el pulso con la brillantez a la que nos tiene acostumbrados. Porque somo unos privilegiados al vivir en el mismo tiempo que Woody Allen y porque el maestro merece siempre nuestro reconocimiento, “A Roma con Amor” se hace hueco en nuestro DVD de la semana.