Nominada a mejor película de habla no inglesa en los pasados Oscar y Premio del Jurado en Cannes, Omar ha llegado a las pantallas españolas en un momento de recrudecimiento del conflicto palestino-israelí. Aunque solo sea para conocer mejor las dificultades que atraviesa la zona, merece la pena ver la película de Hany Abu-Assad, una de las primeras producciones palestina de la historia del cine.
Omar es un joven palestino con una dura rutina diaria: debe saltar un muro para ir a visitar a sus amigos. A pesar de que las balas silban a su alrededor, él se lo toma con aparente tranquilidad. Los jóvenes habitantes de Gaza y Cisjordania han nacido en un entorno en el que la mecha está siempre encendida y solo es cuestión de tiempo que todo vuelva a saltar por los aires. Pero además de tiros, bombas, francotiradores y muros, estos chavales también cuentan chistes y se enamoran. Omar sitúa estos sentimientos y emociones en el centro de la narración, dejando el conflicto en su segundo plano. Tal vez por ello, pueda decepcionar a algunos espectadores.
En nuestro caso, hemos disfrutado moderadamente con una película surgida entre ruinas. Imaginamos las dificultades que el director holandés de origen palestino y su equipo han tenido que sortear para llevar esta historia a buen término. Y todo ello, obviamente, es de valorar. Omar no es una película cualquiera.
Ahora bien, si analizamos la historia prescindiendo de las consideraciones anteriores, no podemos catalogar a Omar como una gran película. El conflicto se desata muy pronto, y los dos segundos tercios de película trascurren de forma un tanto atropellada. Entro, salgo, salto el muro, voy a visitar a Nadia, etc. La rutina se repite y el resultado es que la película no crece tras su interesante inicio.
El acierto de la película hay que situarlo, creemos, en la ambigua figura de su protagonista. Siempre entre dos aguas, no sabemos muy bien hacia dónde va, ni cuáles son sus siguientes objetivos. Da la sensación de que Omar se deja arrastrar por los acontecimientos, tratando de salir lo mejor parado posible. No quiere traicionar a sus amigos, no quiere perder a Nadia, pero tampoco quiere pasar el resto de sus días en la cárcel. En este sentido, la perspectiva que adopta la historia es interesante: los malos, no parecen tan malos, y los buenos, no parecen tan buenos.
Pero Omar no es una película política. El espectador que pretenda un análisis concienzudo de la situación en Palestina, no obtendrá lo que busca. Varios de sus recursos narrativos, son bastante convencionales, y acaban dando a la cinta una apariencia de thriller clásico. Por suerte, y como buen thriller, al final tendremos un giro inesperado que refrescará una narración que languidecía en su última fase.
Por lo tanto, Omar no es una película impactante ni revolucionaria, pero sí ofrece una perspectiva íntima del conflicto palestino-israelí. Y dada la situación en la que estamos, no viene nada mal.
Lo Mejor: El final. La ambigüedad de su protagonista y la ausencia de maniqueísmo en la que fácilmente se podía haber caído.
Lo Peor: La trama se desarrolla de forma muy convencional sin grandes picos de tensión para tratarse de un thriller. Sigue el manual de esta clase de películas.