Nota: 6,5
Nosotros los españoles estamos programados para ciertas cosas. Decimos frases absurdas como “el deporte nacional es la envidia” y ver a Su ex-Majestad el el ex-Rey y comentar “¡Qué campechano es el tío” es todo uno. Si nuestro equipo de fútbol pierde, apuntamos con desdén “A mi no me dan de comer”. Podemos hablar de mil cosas siempre y cuando la conversación vaya acompañada de un número indefinido de cañas de cerveza, pero hay ciertos temas que no se nos dan. Temas que, si quieres tratar con el debido tono, tienes que ser un director francés. Mera sociología. Si quieres hablar de la pérdida de la inocencia o de la infidelidad y has nacido en Alpedrete (con todos los respetos para la gente de Alpedrete), no luce. Lo propio es haber escrito tu guión en una buhardilla de Montmartre. Asumámoslo. Del despertar sexual hay que hablar en francés, lengua vehicular de los protagonistas de “Barbacoa de Amigos”.
Sin grandes alardes o estridencias emocionales, Eric Lavaine factura una película agradable y divertida que se aleja de productos más trascendentales en su fondo como la magnífica “Pequeñas mentiras sin importancia” o las versiones más autocomplacientes de François Ozon. Tomar como punto de partida a Antoine (Lambert Wilson), un golfo egocéntrico de clase medial-alta que se desata después de sufrir un infarto resulta ideal para hacer implosionar un pequeño ecosistema de amigos que se acercan peligrosamente a la crisis de los 50. Lo hace de una manera divertida y con menos amargura de la que cabría imaginar, pero la falta de trascendentalidad que apuntábamos no desvirtúa los casi 100 minutos de “Barbacoa de Amigos”. La búsqueda de un objetivo lúdico sin tomar por tonto al espectador es la gran virtud de un filme que debería servir como ejemplo.
Si algo podemos reprocharle a “Barbacoa de Amigos” es la escasa habilidad mostrada para calibrar sus propias fuerzas. Tiene demasiados personajes para muy poco tiempo. Muchos de ellos están indebida o escasamente dibujados, lo que supone un desequilibrio en las tramas que no resulta muy agradable. Tampoco la construcción de las relaciones que les unen es lo suficientemente solida como para permitirnos aceptar ciertas interacciones como “normales”. La cinta se queda a medio camino de una obra coral, lo que al espectador no le pasa inadvertido. Se pierde en tierra de nadie.
En cualquier caso, pocos planes mejores ofrece la cartelera en este periodo estival que “Barbacoa de Amigos”. Divertida, inteligente, agradable y no muy larga. Lo propio para una noche de verano.
Héctor Fernández Cachón