El célebre director francés, con tan solo un puñado de películas, llevó a la pantalla en 1963 El desprecio de Alberto Moravia. Este escritor, uno de los más importantes del siglo XX italiano, siempre estuvo muy relacionado con el cine colaborando, por ejemplo, muchos años antes en la ópera prima de Luchino Visconti. También hizo buenas migas con Pasolini, entre otros. La historia de la novela permitía a Godard realizar un acercamiento a varios de los temas habituales en el realizador galo: la incomunicación, las relaciones de pareja, los celos, etc. Y, sobre todo, incluir referencias directas al arte cinematográfico.
Delante de las cámaras se colocaron dos intérpretes fundamentales del cine francés de los años 60: Michel Piccoli y Brigitte Bardot. Además, como secundarios estaban Jack Palance, interpretando al déspota productor hollywoodiense. Y Fritz Lang, nada menos. El cineasta alemán era el director de la adaptación de La Odisea. Unos ingredientes de lujo.
Para la banda sonora, Godard contó con un joven compositor, muy presente en la Nouvelle Vague: Georges Delerue. Colaboró en la ópera prima de Alain Resnais, Hiroshima, Mon Amour, en Jules y Jim de Truffaut, o en A todo riesgo de Claude Suatet. Godard encargó una banda sonora de estilo clásico que utilizó de forma bastante convencional, al contrario que en muchas de sus cintas posteriores.
Y es que Delerue le entregó una de las más emocionantes bandas sonoras de la historia del cine. Tal fue la calidad de la misma que, para algunos críticos, ha dejado en un segundo plano la película. El desprecio no fue una de las cintas más acertadas de Godard que se perdió en un considerable amaneramiento (más de lo normal en él) y una ambición simbólica no resuelta satisfactoriamente. Eso sí, con secuencias de una enorme belleza visual, ayudada también por la presencia de Bardot.
El inicio de la cinta, tras la presentación de la historia con la voz en off de Godard, es una larga secuencia de la actriz francesa desnuda en la cama al lado de Piccoli. Una escena muy célebre, varias veces reinterpretada a posteriori. (Tal vez Sofia Coppola tenía en mente a Bardot cuando inició su Lost in Translation). Y todo ello, como decimos, con la música de Delerue. Su tema Camille, de una belleza sublime, es toda una leyenda.
El compositor francés no paró de trabajar hasta su muerte y acudió a Hollywood en la segunda parte de su carrera. Pero para el recuerdo nos quedan piezas como estas…
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