Vamos a empezar por el final. ¿Obra maestra? Más allá de que se abusa de ese término alegremente, Boyhood no es una película sobresaliente. Es una película ambiciosa, única, obstinada, es una película apreciable, pero no alcanza la categoría de obra maestra, aunque una gran parte de la crítica se haya desmayado tras su estreno.
Ha dicho Dustin Hoffman en una entrevista recientemente concedida en España que ahora se hace el peor cine de la historia. No importa que lo diga el veterano actor californiano o el cajero del supermercado. Aunque tal vez necesitábamos que un personaje del mundo hollywoodiense diese voz a nuestros pensamientos. No sé si se hace el peor cine de la historia, pero sí el peor que yo he conocido. (Hablamos de Hollywood, claro.)
Tal vez este tema, merezca un texto aparte, pero son películas como Boyhood las que muestran que otro cine es posible. Un cine sin remakes, sin la gallina de los huevos de oro de las películas sobre héroes del comic, un cine sin la vergonzosa explotación de la nostalgia del espectador. Un cine, en suma, que vuelva a considerar al espectador como un ser como capacidad de raciocinio, no un ente dispuesto a dejarse manipular emocionalmente y con facilidad para soltar los dólares.
Dicho lo cual, también debemos advertir: no somos unos fans de Richard Linklater. Antes del amanecer, su venerada película, no logró enamorarme. El planteamiento estaba bien, todo muy cool, pero el guión, los diálogos made in Linklater nunca me han entusiasmado, reconociendo eso sí, su visión única del cine y la vida. Porque Linklater quiere atrapar el tiempo en sus películas, ya sea un día o toda una vida. Su cine hiperrealista, como muestra también en Boyhood, aspira a sujetar ese momento, ese instante de vida, como dice un personaje al final de la cinta…
A principios de los 90, con Slacker, Linklater ponía los mimbres de su cine. Aquel estrafalario desfile de personajes noventeros, vagando por las calles de una ciudad tejana, fue un experimento interesante. Un testimonio de una época. Si se quiere entender aquella extraña etapa, la del grunge, la apatía, las camisas a cuadros, y la ironía como escape vital, Slacker es una cinta de obligado visionado. Aunque nosotros preferimos Suburbia, un perfeccionamiento del concepto Slacker por parte de Linklater, ya después de rodar Antes del Amanecer.
En Suburbia, el director tejano introducía algunos elementos dramáticos, dando más empaque a su cine. Suburbia ya no era solo un desfile de personajillos más o menos insoportables divagando sobre la vida, era un tratado sobre el desencanto juvenil, sobre la pérdida de la inocencia, la amistad, los ajustes de cuentas y el miedo al futuro. Los personajes de Linklater no quieren crecer, no quieren seguir la línea marcada, dudan sobre el camino a recorrer.
Como duda el protagonista de Boyhood. “¿Realmente quiero ir a la universidad, hacer lo que todo el mundo hace? ¿Para qué? Mi madre lo hizo, y está tan confusa como yo”. 20 años después los personajes de Linklater siguen estando igual de confusos. Mason podría ser uno de esos chavales de Slacker, o uno de los amigos que pasaban el rato bebiendo en la parte trasera de la gasolinera en Suburbia. Nada ha cambiado.
Boyhood alterna grandes momentos como el que acabamos de citar, reflexiones de peso, con instantes más intrascendentes. Pero creemos que Linklater lo ha planteado así de forma deliberada. No le gustan las exageraciones dramáticas, disfruta de lo ordinario, de la belleza de un día normal, de una vida normal. Mason ha tenido una vida normal (para un estadounidense). Y ese es quizás uno de los puntos débiles de Boyhood. Todo es demasiado normal.
El personaje principal tampoco ayuda a elevar mucho el ánimo. Como le dice uno de las parejas de su madre, se pasa la vida murmurando. Más allá de eso, su actitud es un poco meliflua. O dicho de otra forma, su personaje y la mayor parte de sus preocupaciones, no me resultan demasiado interesantes. Es la misma historia de un jovencito estadounidense que ya hemos visto decenas de veces.
En el caso de Linklater no podemos decir que le haya faltado ambición con su proyecto. Este es su estilo, su visión de la vida, un tejano de pura cepa, que vivió una infancia y adolescencia parecida, y con Boyhood ha querido volver a repasarla. El problema, en mi caso, es que no conecto muy bien con sus personajes. Mason no es una excepción. Más interesante es la evolución del personaje que encarna Ethan Hawke. De la confusión de un treintañero a los trajes y la mini-van de un padre de familia.
Boyhood es una de las películas más singulares de las últimas décadas. De eso no cabe duda y hay que valorarlo. Pero en su justa medida. Más allá de que Linklater haya utilizado a los mismos actores durante un rodaje de 12 años (¡ole sus huevos!), la historia de Boyhood no es gran cosa. Es la vida, sí. La vida de Mason. Y a mí el chaval, muy buen chaval por cierto, no me hace tilín.
Lo Mejor: única y ambiciosa en su planteamiento. La naturalidad de las interpretaciones y de algunos diálogos.
Lo Peor: A la historia, al guión, le falta chicha. Si te gusta Linklater, disfrutarás. Si no, son 3 horas de puro Linklater…
“I’ll be around” de Yo la tengo, el formidable grupo de Hoboken, una de las muchas canciones que sale en la poderosa banda sonora de Boyhood.