Crítica | “The Rover”

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Desierto, pocos personajes, contexto ambiguo… El planteamiento de The Rover cumple con una serie de detalles que nos gustan en una película. Una historia con pocos personajes permite centrarse cómodamente en su evolución, en su carácter. Ese parece el objetivo que se ha marcado David Michod con The Rover. Cuando llevamos 20 minutos de película y se han puesto los mimbres de la historia, presentando a los dos personajes principales, podemos descansar y acomodarnos. La película apunta maneras.

“10 años después del colapso”, podemos leer al inicio de The Rover. No se trata de un futuro post apocalíptico en la dirección clásica. No ha estallado la III Guerra Mundial. Parece más bien que el apocalipsis ha sido financiero. Pero la película del cineasta australiano no está interesada en la reflexión global. Michod buscó un escenario adecuado para situar a sus dos personajes.  Esta falta de análisis del contexto tal vez termine siendo un arma de doble filo. Cuando la película termina, la sensación es agridulce. Dicen que el que que mucho abarca poco aprieta. Es posible; pero si abarcas muy poco, tienes que apretar mucho.

Creemos que Michod no ha apretado lo suficiente en el único aspecto que trata en su película: el embrutecimiento en una situación desesperada y la lucha entre pragmatismo y supervivencia con los vestigios de piedad, empatía y compasión.  Al director y guionista aussie, célebre por Animal Kingdom, le ha faltado un punto de ambición para diferenciar a The Rover de otros proyectos de estética, ambiente y trama similares.

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No obstante, para aquellos espectadores que somos fans de todo lo que huela a post apocalíptico, The Rover tiene un atractivo innegable. Michod prescinde de perfilar en exceso a sus personajes. Nos los presenta in medias res, recurso, por otro lado, cada vez menos original en el cine de este tipo.

Eric (Guy Pearce) sale de su coche y entra en una especie de tugurio. No parece muy feliz. Algo pasa. No sabemos si le acaba de suceder o lleva tiempo así. Paralelamente, Rey (Robert Pattinson) se despierta con una herida en el vientre. Está solo y no debería estarlo. Los desconocidos pronto se encontrarán e iniciarán un viaje a través de las polvorientas carreteras australianas. Al principios, con objetivos bien distintos. Al final, sus caracteres opuestos empezarán a combinarse. El resultado será sorprendente.

Más allá de la atmósfera madmaxiana, sin el manierismo típico de los 70, y de la intriga inicial de la trama, el mayor atractivo de The Rover está en sus dos personajes principales. No somos nada mitómanos, especialmente con los intérpretes de cine. Pero debemos admitir nuestra debilidad por Guy Pearce. Le pillamos el tranquillo desde Memento y siempre hemos estado atentos a sus trabajos, no especialmente brillantes en muchos casos… Pearce vuelve a sentirse como pez en el agua con este personaje herido y pragmático, en la frontera entre lo humano y lo animal.

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Más valor aun tiene, a nuestro juicio, la interpretación de Robert Pattinson. El vampiro más amado del milenio sigue obstinado en su deseo de alejarse de Crepúsculo. Quiere ser considerado un actor de cine, y no un rostro fabricado para el consumo adolescente. A su trabajo con Cronenberg, hay que sumar la gran interpretación de Rey, un chico limitado intelectualmente, que se ve obligado a sobrevivir en un ambiente hostil.

Pero, desgraciadamente, la evolución de los personajes no es muy creíble, especialmente la de Rey, cuya tara intelectual no queda del todo precisa (a veces parece tonto, a veces no). Y más allá de ello, el guión empieza a mostrar sus debilidades a la hora de poner las cartas (narrativas) boca arriba. Es el riesgo de siempre. Por muy poco que cuentes al principio de una película, por mucho que intrigues al espectador con una planteamiento ambiguo, al final vas a tener que contarme algo, o sugerírmelo, al menos.

The Rover pierde fuerza en su fase final y nos queda un poso amargo, el típico “lo que pudo haber sido y no fue”. Pero la cinta de David Michod es interesante, con un ritmo pausado que nos encanta, y unas interpretaciones de gran altura. Recomedable, a pesar de su irregularidad.

Lo Mejor: las interpretaciones de Guy Pearce y Robert Pattinson. El inicio de la historia. La música.

Lo Peor: las fisuras del guión salen a luz a última hora. No es una trama muy original.