Crítica: “La Isla Mínima”

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Nota: 9,5

Probablemente el efecto menos estético del agua sea el barro. Tras el imponente despliegue del elemento más genuino del planeta, lo común es encontrar una limpieza purificadora, pero si la actuación se produce el sitio adecuado, el resultado puede ser la producción o el descubrimiento de antiestéticos montones de lodo. El común de los mortales solemos evitar esa molesta mezcla de tierra y agua, pero Alberto Rodríguez no es “el común de los mortales”. Este sevillano de pulcra apariencia y mirada serena es el individuo que ha tenido la osadía de meter las manos en el barro de una sociedad ante la sonrisa socarrona de una industria que todavía no acaba de creerse lo que el director y guionista ha sacado de esa capa de fango. De las marismas sevillanas ha salido una película que se llama “La Isla Mínima” y que es, sin lugar a dudas, lo mejor que ha dado el cine español en bastante tiempo.

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Cualquiera se atrevería a acusar al aquí firmante de cierta animadversión al cine español después de leer el final del anterior párrafo, pero nada más lejos de la realidad. Hablar de “lo mejor que ha dado el cine español en tiempo” se transforma en un digno título desde el momento en que lo otorga un irredento enamorado del cine español. En imparable evolución, la industria patria encuentra en “La Isla Mínima” el argumento definitivo para hablar de modernidad creativa. Todo es impecable en la cinta de Albero Rodríguez. No solo es una película para ver. Va mucho más allá, alcanzando horizontes poco frecuentados por el séptimo arte. Su intención es la de ofrecer todo un banquete para los sentidos. Desde la textura del polvoriento suelo hasta el olor de la lluvia,7 cada elemento se vuelve orgánico hasta lo abrumadoramente real. En estética y en esencia, “La Isla Mínima” resulta impecable.

Principios de los ochenta. En un remoto pueblo de las marismas del Guadalquivir, la desaparición de dos adolescentes ha sacudido la aparentemente tranquila convivencia. Dos policías magistralmente encarnados por Raul Arévalo y Javier Gutiérrez son los encargados de llevar la investigación. Ambos están en el último lugar del mundo en el que les gustaría. Tanto uno como el otro son víctimas de si mismos, castigados a lo que se antoja como un molesto y degradante trabajo, pero lo que van a encontrar allí son los ecos de un tiempo que parecía olvidado. Comienza así un viaje en el que la búsqueda del asesino no es más que una coartada para diseccionar a una sociedad en cambio y una condición humana en la que la maldad se muestra como un rasgo no solo latente. Eran tiempos en los que los hombres sentían miedo y las mujeres se resignaban a ese miedo. Eran momentos en los que los poderosos campaban a sus anchas y donde la humildad a penas se distinguía de la necedad. Eran instantes en los que los jóvenes soñaban y la vida se encargaba de castrar sus sueños… ¿Eran?

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Puede resultar extraño decir esto, pero “La Isla Mínima” es un thriller policiaco genuinamente español. Los precipicios junto a los que se mueve son los de una sociedad demasiado reconocible. Las miserias y los elementos más turbios que, en manos de un director con clase se transforman en sobria elegancia. En esa dinámica de perfección entra la mano de la pareja protagonista y de los fantasmas que les acompañan. Cabezas de un reparto sensacional, Raul Arévalo y Javier Gutiérrez sostienen el peso de la obra con una solvencia que en el caso del segundo roza la maestría. Ese tipo de nombre tan convencional hace en “La Isla Mínima” algo extraordinario. Trabajador del cine, hombre humilde y afable, Javier Gutiérrez ha mostrado lo que es, pero que no había tenido oportunidad de mostrar: Un actor como la copa de un pino.

Esta gente no tenía aspiraciones mesiánicas. Este grupo no pretendía refundar los mismos cimientos del cine patrio. Solo eran y son un montón de personas empeñadas en hacer lo que más les gusta poniendo todo su entusiasmo. El resultado no podía ser otro más que “La Isla Mínima”. El resultado no podía ser otro que cine con mayúsculas.

 

Héctor Fernández Cachón

@HectorFCachonTwitter2

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  1. Sobrín septiembre 26, 2014