Nota: 5,5
Hace ya tres años, una par de directores franceses llamados Olivier Nakache y Eric Toledano presentaban al mundo un filme titulado “Intocable”. El cuarto largometraje de la pareja de directores se convertía en un éxito de épicas proporciones, marcando el hito de lograr la mayor recaudación en la historia para una película de habla no inglesa. Además de un cheque en blanco en futuros proyectos, ello supuso la libertad de ambos creativos para dar un paso más allá en la atractiva concepción del cine que nos mostraban. La jugosa mezcla de sensibilidad y crudeza social, aderezada con altas dosis de comedia funcionaban con majestuosa armonía en los paladares de todo el planeta. Podía gustar más o menos, pero “Intocable” funcionaba a las mil maravillas.
Con esa idea llegaba “Samba” a nuestras carteleras. Bajo la atenta mirada de quienes esperábamos con ansiedad el descubrir si su anterior filme había sido un disparo fortuito, la historia del inmigrante ilegal senegalés en suelo parisino parecía el caldo de cultivo ideal para ir un paso más allá. La idea de mezclar un fondo puramente europeo con una forma atractivamente americana había funcionado una vez, de modo que en ese crisol de culturas llamado París, la apuesta por un inmigrante sin ninguna clase de esperanza era la idea óptima. La lástima es que en idea se quedase…
Tan preocupados están Nakache y Toledano de no correr riesgos, que se despreocupan del resto. Ningún personaje está lo suficientemente bien construido, ninguna de sus interacciones es razonable y ninguna de sus tramas está bien llevada. Cuando parece ganar terreno la pasión entre ese senegalés con nombre de baile interpretado por Omar Sy y esa mujer en plena crisis personal construida por Charlotte Gainsburg, la historia muta a comedia. Si las risas van ganando terreno, inmediatamente irrumpe el drama social. Lejos de la perfecta articulación de todos los elementos que existía en cada secuencia de “Intocable”, “Samba” es un batiburrillo desordenado de géneros que, si bien resulta agradable en sus pasajes individuales, el resultado de su global se antoja francamente insatisfactorio y disperso.
Si tu padre es un señor llamado Serge Gainsbourg lo normal es que por algún lado te aflore el talento. Si maestro en cualquier disciplina era aquel inolvidable músico, poeta, pintor y cineasta llamado Serge, el talento de su hija para esto de la interpretación no se queda atrás. La musa de Lars Von Trier demuestra una asombrosa habilidad para cualquier género que se le ponga por delante. Junto al protagonista masculino, Omar Sy, ambos se convierten en lo mejor de una cinta que no por decepcionante pasa a ser despreciable. Efectivamente “Samba” está muy por debajo de lo que podríamos esperar, pero un poco de algunos directores ya es mucho.
Héctor Fernández Cachón