Las mejores películas de la historia en Alucine
Recordamos a Garci emocionado presentando El hombre tranquilo en una de las ediciones de ¡Qué grande es el cine! Dijo algo que siempre recordaré: «El hombre tranquilo es de esas películas que pueden salvar una vida».
A un aficionado al cine le puede salvar la vida esta cinta de John Ford y a otro, Interstellar. ¡Qué importa! Nos pasamos la vida discutiendo de cine, entre cosas, porque es divertido, y porque siempre tenemos la certeza incontrovertible de que sabemos más que el vecino. Porque nosotros lo valemos…
El cine, los libros, los lienzos, los poemas… Salvan vidas. El arte es, al fin y al cabo, lo único que nos queda…
Cuando empezaba a interesarme por el cine desde un punto vista más exhaustivo miré por encima del hombro a John Ford. No acababa de entender como un genio como Orson Welles decía aquello de: «John Ford, John Ford, John Ford». Pero si solo hizo vaqueradas, pensaba yo. Y las vaqueradas son cosa de mayores, o viejos, más bien.
John Ford no hizo solo vaqueradas, aunque algunas de ellas están en la cima de ese género. También rodó películas como El hombre tranquilo. Cuando por fin vi esta película ya había cambiado mi opinión sobre el director nacido en Maine en 1894. ¿Por qué cambié mi opinión sobre el viejo del parche en el ojo con cara malo? Porque vi sus películas.
De nada vale que cientos de libros y eruditos del cine que fuman nos digan lo que tenemos que pensar. Ford era Dios para todo el mundo. Pero hasta que no analicé su trabajo no puede empezar a creer en su divinidad… No me fío ni de mi sombra. Hay que ver, y luego juzgar.
Por eso, recomendamos a todo el mundo que vea El hombre tranquilo, si no la ha visto ya. Y luego juzguen. Que sí, que Interstellar debía haber ganado 50 Oscar y Nolan es el genio del siglo XXII, pero echemos también la vista atrás, a ver que se hacía antes de 1980.
¿Qué tiene Ford que no tienen otros directores? Una película como El hombre tranquilo te enamora sin cursilería, te hace reír sin caer en el tópico, te fascina sin que puedas encontrar el truco… Ford es uno de los mejores narradores cinematográficos de todos los tiempos. Sin estridencias técnicas, sin estrépitos estéticos, un amante del detalle, de ese toque que convierte una escena vulgar en inolvidable. Y un amante del guión, de los diálogos ingeniosos, de dar carácter a los personajes con los recursos más sencillos pero más efectivos. Cine de la vieja escuela.
El mismo año que Ford estrenó El hombre tranquilo, Welles hacía lo propio con Otelo. Las dos caras de la misma moneda. La vieja escuela y la nueva escuela, pero el mismo objetivo: hacer buen cine. Uno trata de explorar nuevas tendencias creativas, el otro maneja los recursos clásicos con la elegante sencillez de un maestro. Dos genios, de los de verdad, de los que salen cada muchos años.
Sean Thornton vuelve a casa después de pasar dos décadas en Estados Unidos. Innisfree le espera. El bar, la iglesia, el campo y Mary Kate. No será recibido con los brazos abiertos, ni mucho menos. Pero Thornton tiene el culo pelado y no se amilanará.
No quiere volver a pelear, pero va tener que hacerlo. De hecho, el bueno de John Wayne participa en una de las peleas más largas de la historia del cine. Tal vez tampoco quiera enamorarse, pero quién se puede resistir a Maureen O’Hara. ¡Qué mujer, por el amor de Dios!
El hombre tranquilo invita (más bien, obliga) al espectador a amar la vida. Y es lo mejor que se puede decir de una película. A amar el campo, el whisky, a los amigos, a los enemigos, a las pelirrojas, a los boxeadores. El hombre tranquilo te deja una estela de emoción que puede perdurar más o menos según el día. Tal vez, con el tiempo, se olvide. Entonces, es momento de volver a verla. Y volver a amar.
Escrito por David Rubio para Alucine