Nota: 4,5
Todos recordamos el principio de la genial “El Mito Bourne”. Al principio de la cinta, el personaje interpretado por Matt Damon se despertaba sin recordar nada de lo que fue. Con un puñado de balas en su espalda y un número de cuenta de un banco suizo adherido a la cadera, el bueno de Bourne emprende una búsqueda frenética de su identidad. Pues algo parecido debe haberle ocurrido a Atom Egoyan. Sospechamos que un pesquero italiano se lo ha encontrado a la deriva en medio del mar, con una cámara en la mano y poco más. El canadiense parece haber olvidado que era un gran director de cine. Solo algunos sistematismos parecen sobrevivir a ese nuevo peldaño de su decadencia titulado “Cautivos”.
“Exótica”, “El Dulce Porvenir”, “El viaje de Felicia”, “Ararat”… Parece que han pasado mil años desde que Egoyan encadenó tan reseñables obras. Parecía que la carrera del director no tenía techo. Su oscura mirada y su perturbador estilo auguraban tiempos mejores que los que ahora estamos sufriendo. Nada queda de un hombre que parece haber perdido el alma en uno de esos turbios pasajes que tanto le gustaba. La inercia ya no funciona en historias que apuntan maneras, pero que se pierden en la dirección errática de un tipo cuyo talento agoniza.
Son muy pocas las cosas salvables de “Cautivos”. Nuestra atención solo sobrevive gracias a un ligero interés emocional ofrecido por la trama. Dejando aparte este elemento, el director pone todas sus fuerzas en conseguir espantarnos. La torpe y confusa narrativa, los personajes desdibujados y la irregular alternancia en pantalla de los protagonistas convierten el periplo por “Cautivos” en un auténtico reto.
Con unos recursos cinematográficos y una estética demodé, Atom Egoyan consigue que todos caminemos aburridos y confusos entre tanto caos. Cuesta ver un dominio tan lamentable del desorden narrativo como el que nos ofrece “Cautivos”. El director está empeñado en hacer obras maestras cuando antes le salían sin querer. Probablemente este Bourne canadiense debería darse cuenta de que la única solución a sus males es relajarse y dejar que fluyan sus talentos latentes. Puede que deshacerse de Kevin Durand también le ayude, pero ese es otro tema.
Héctor Fernández Cachón