Nota: 6
El mundo del remake es bastante controvertido. Desde que el cine es cine, el recurrir a historias ya contadas se ha convertido en una constante, como constante es el generalizado desprecio que tal actividad despierta entre el gran público. Esto es razonable, pero solo hasta cierto punto. El aquí firmante es de la opinión de que cada generación merece su propia revisión actualizada de las historias más ilustres. Puede que un romanticismo mal entendido nos lleve a considerar que la pieza original siempre es mejor. De hecho, en muchas ocasiones es así, pero de vez en cuando nos encontramos con obras magníficas o, sencillamente incomparables. Por todo ello, lo más probable es que al ver anunciado en tu sala de cine el remake de “Poltergeist”, tu sentimiento inmediato sea el rechazo.
Allá por 1982, Steven Spielberg se sacaba de la manga una historia que ponía en las manos de Tobe Hooper. Así nacía esa maravilla del terror fantástico llamada “Poltergeist”. La cinta conseguía aterrorizar y enternecer a partes iguales con la historia de la familia Freelings y su nueva casa maldita. Como es habitual en las ideas “paridas” por la mente de Spielberg, el frenético ritmo y lo humano de sus protagonistas terminaban por conquistar a diestro y siniestro. Ahora, 35 años después de aquello días, el director Gil Kenan se embarcaba de nuevo en esta vorágine de fenómenos paranormales en busca del “Poltergeist” que nuestra generación merece, algo que consigue solo a medias.
Seguramente los 50 primeros minutos de “Poltergeist” sean suficiente razón como para pagar la entada. con unos efectos visuales gratificantemente renovados y con la misma tensión que generaba la cinta original, el filme consigue que nos agarremos a las butacas y que no tardemos en empatizar con los protagonistas. Kenan no se pierde en dilaciones innecesarias y va directo al grano. Con ello está a punto de compensar la absoluta falta de novedades que ofrece “Poltergeist”. El trepidante ritmo ayuda a olvidar que el remake es clavado a la cinta original. Hasta ahí todo funciona de maravilla. Es el tiempo que aprovechamos también para disfrutar de la compañía de Sam Rockwell y Rosemari DeWitt. El problema es que, al igual que la película de 1982, la segunda mitad de “Poltergeist” se pasa de rosca hasta llegar al empalago. Este era el momento que Kennan debería haber aprovechado para lanzar su órdago y jugársela a la innovación. Lejos de esto, el director sigue con su paseo en paralelo a la cinta de Tobe Hooper, embarullándola más si cabe con un despliegue visual innecesario en muchos pasajes.
“Poltergeist” es una buena película de terror. Eso salta a la vista. Si por casualidad cae alguien por la sala que no haya visto la película original, el factor “novedad” la hará más interesante. Para los que ya hemos bregado con varios “Poltergeist”, las sorpresas brillarán por su ausencia, pero disfrutaremos de una puesta en escena moderadamente atractiva y, sobre todo, de la pequeña Kennedi Clements anunciando la visita: “Ya están aquí…”
Héctor Fernández Cachón