Nota: 7,5
Allá por 1984, el sensacional novelista Thomas Hardy firmaba el que se convertiría en su primer gran éxito literario. Como toda buena historia de la época, pasiones, romance, amores imposibles, vida rural y diferencias de clases se mezclaban en una magnífica obra que ahora se convierte en película. No es el primer intento de adaptar la famosa obra literaria, ya que en 1967 Julie Christie ya se metía en la piel de Bathsheba Everdene. Pero si es el más acertado acercamiento a una novela de sentimientos inabarcables.
“Lejos de la demente multitud que lucha
Sus sobrios deseos nunca aprendieron a callar;
A lo largo del fresco valle de la vida
Conservaron el tenor silencioso de su camino”
Estos versos pertenecen a “Elegía sobre un cementerio de aldea”, poema escrito por Thomas Gray en 1751. No voy a dármelas de experto en literatura británica decimonónica. Mucho menos en poetas de un tiempo en el que Fernando VI ya era suficiente marrón. Los versos apuntados se cruzaban por azar en el camino del aquí firmante, pero difícilmente se puede destilar mejor la esencia de “Lejos del Mundanal Ruido” que con esas treinta palabras. Algo que parece haber interiorizado de maravilla el sensacional Thomas Vinterberg. El director danés es todo un maestro en esto de destapar debilidades humanas. El hombre que nos regaló “Festen” o “La Caza” encuentra el caldo de cultivo ideal para desplegar su inmenso repertorio de virtudes e inquietudes emocionales.
“Lejos del mundanal ruido” es un mechero rondando la gasolina. Un puñado de personajes fácilmente reconocibles en la vida rural de la época ocultan su tormenta de emociones en miradas y gestos furtivos. Lejos del mundanal ruido del gentío, sus mundanales sentimientos retumban sin control. Pero todo se convierte en un trueno en el atardecer cuando esas miradas y esos gestos son los de Carey Mulligan (Bathsheba Everdene). La actriz nos invita a un auténtico tour de force de sutilidad. La cámara esta enamorada de sus ojos y su sonrisa. Cuanto más cerca mejor. Ella es una de las grandes actrices de los últimos tiempos y cada primer plano se convierte en una bocanada de aire fresco. Así logra despertar al adusto Matthias Schoenaerts (Gabriel Oak) y al siempre magnífico Michael Sheen (William Boldwood).
Si algo se le puede reprochar a “Lejos del Mundanal Ruido” es que la deseada síntesis de su montaje puede provocar algún despiste en el espectador. Solo el arte de la elipsis escapa a las manos de un director que ha conseguido convertir una obra venerada por la literatura británica, en una cinta sensacional.
Héctor Fernández Cachón