Supongo que a todos los aficionados al cine les ha pasado alguna vez lo mismo que a mí con Ordet. Es una de esas películas cuyo visionado he retrasado durante toda la vida. Gente afín en gustos la ponía por las nubes. No soporto las listas, sobre todo para el cine, pero hoy en día, especialmente en internet, se llevan mucho. Hace muchos años el programa Días de cine nombró sus diez películas preferidas del siglo. Allí estaba Ordet, entre otras como Persona de Bergman, o Rebelde sin causa (¡).
Antes de llegar a Ordet, pasé por casi todo lo demás, incluyendo varias películas de Dreyer. La Pasión de Juana de Arco me entusiasmó. A día de hoy sigo pensando que es una de las cintas más revolucionarias de la historia. De esas películas que están siempre de actualidad, tanto a nivel de discurso como estéticamente. Dies Irae fue otra maravilla. Gertrud me costó más, pero luego me recuperé con esa rareza llamada Vampyr. En fin, solo quedaba Ordet…
Las circunstancias se aliaron para que esta película ocupase un lugar en mi propia historia personal. Fue la elegida para ser la última antes de… Pero, pasó lo que tenía que pasar. Demasiado tiempo esperando para verla. Había pensando tantas veces en La palabra de Dreyer que fabriqué mi propia película. Pero la historia de Dreyer es otra cosa.
Dicen que Ordet va sobre la fe. Sí, dicen bien. Casi todos oyen hablar de fe y piensan en curas pederastas y todo eso. La fe, por supuesto, es mucho más que fe católica, incluso que fe religiosa. La fe mueve el mundo, el mundo de los humanos, claro. La naturaleza va por otro camino.
Se ha escrito mucho sobre Ordet, así que tampoco es mi pretensión, en este caso, filosofar sobre el mensaje de esta película. El final de la misma ha dado para muchas discusiones teológicas. Y por supuesto para batallas ciencia-religión.
Lo que me interesa resaltar es que no me he emocionado con Ordet. Y no sé si preocuparme o aceptar que ya no soy la persona que fui hace diez años. ¿O son etapas? Buff…
¿Soy yo o es ella? Probablemente las dos cosas. Ordet falla, a mi modo de ver, en algunos aspectos. Se habla de la cuidadísima composición de los encuadres, del delicado movimiento de la cámara. Sí, claro, es Dreyer. Pero yo, como espectador, siempre me veo fuera de la escena. Veo a los actores, casi hasta puede sentir a los técnicos detrás de la cámara. No entro en la película. El mensaje me roza, pero no penetra. Ordet es demasiado teatral.
El loco es un personaje ideal. De esos que sabes que tienen en su mano la película. Sus frases son las mejores, pero no termina de convencer. Todo está expuesto claramente desde el inicio. Más o menos sabes todo lo que va a suceder con solo 10 minutos de película. Y es algo que no me gusta, da igual que el director sea Michael Bay (¿quién es Michael Bay?) o Dreyer.
Así que ya no me siento tan cercano al loco como debería. No me creo del todo su personaje y llego al final sin esperanza. Sí, al final abre los ojos. Era de esperar. No tengo nada que aportar a la batalla entre la ciencia y la fe. Simplemente, no me he conmovido como debería y salgo triste de una película en la que nunca entré del todo. El fútbol es así.
Por David Rubio para Alucine