Cuando uno piensa en Blade Runner, automáticamente le vienen a la mente las hipnóticas imágenes diseñadas por Ridley Scott para construir una de las cintas más importantes e influyentes de la historia del cine. El director tomaba la novela de Philip K. Dick, “¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?” y la convertía en “Blade Runner“. El filme es hoy referencia para cualquier cinéfilo, pero su rodaje y su estreno no estuvieron exentos de dificultades importantes.
El rodaje de Blade Runner fue un caos. Todo el mundo estaba cabreado con un proyecto que olía a fracaso. La constante amenaza de motín llegaba a poner en riesgo una producción que lograba llegar a su fin entre enormes problemas. Pero la más importante de todas las dificultades era que Harrison Ford y Ridley Scott no se soportaban. El director era un tipo perfeccionista hasta extremos enfermizos y el guión no es que fuese de lo más asequible. Si a esto le añadimos que el descontento de Ford era manifiesto desde pocos días después de empezar el rodaje, la cosa no podría ser más tensa. Desde la primera semana de flmación hasta el último minuto, actor y director deleitaron a los presentes con descomunales peleas. Harrison Ford no hacía más que discutir cada orden de Scott y cada día catalogaba el guión como “una soberana bazofia”.
A esas alturas, solo el público podía salvar aquello. Nada más lejos de la realidad, ya que la cinta se convertía en uno de los grandes fracasos del año. Poco podían imaginarse que el paso de los años convertiría a Blade Runner en un filme de culto y, años después, en una de las grandes cintas de la historia del cine.
En principio, todos pensábamos que Ridley Scott se haría cargo de Blade Runner 2049, pero el padre de la cinta original se hacía a un lado, limitándose a la historia y a la producción. La versión oficial era que quiere centrarse en la dirección de “Alien: Covenant”, pero lo cierto es que Scott sabía que Blade Runner no podía volver sin Harrison Ford y que la incompatibilidad entre ellos es insalvable.