Nota: 4
Cuando J. M. Barrie imaginó a Peter Pan, al Capitán Garfío y el País de Nunca Jamás no sabía que estaba regalándole a la humanidad una de las obras más maravillosamente simbólicas de su existencia. La pérdida de la inocencia y el doloroso paso del tiempo se mezclaban en un mundo cargado de fantasía e imaginación que nos hacía volar como jamás habríamos imaginado. Poesía, nostalgia y lágrimas de un corazón perdidamente romántico acababan por componer un trabajo capaz de conmover a cualquiera que se acerque a una obra capaz de saltar por las olas del tiempo como si nada. “Peter Pan” será un trabajo actual mientras que la humanidad siga existiendo.
Dicho esto, “Pan, viaje a nunca jamás” duele. Ya no es el hecho de que el filme prescinda de los elementos más esenciales y hermosos de la obra de J.M Barrie, sino que es capaz de corromper y frivolizar lo que si toma prestado. Como si nada importase más allá de la pirotecnia, el filme resulta esperpéntico desde unas primeras secuencias plagadas de lugares comunes y capaces de sonrojar al más pintado. No se trata de una cuestión de que el filme sea infantil. Es que roza lo ridículo. Pero eso es solo el principio…
Resulta incomprensible que Joe Wright se encuentre tras semejante horterada. El responsable de “Orgullo y Prejuicio”, “Expiación” y “Anna Karenina” siempre se había mostrado como un seguro de vida para los autores clásicos. Pese a su amor por el extremo cuidado formal y el pulcro acabado, el elegante destilado de las esencias más puras era una seña de identidad que parece haberse perdido entre las montañas de dinero que colocaron en sus manos para “Pan”. Una lástima, porque siempre habíamos considerado a Wright como uno de esos tipos que harían maravillas con un presupuesto mayor. Poco podíamos imaginar que con tan preciado material de partida acabaría perpetrando un trabajo tan agotador y estresante. Casi nos atreveríamos a decir que Baz Luhrman habría firmado una cinta mucho más sobria.
Entonces, ¿qué se salva de “Pan”? Pues poco más allá de una señorita llamada Rooney Mara y un tipo que responde al nombre de Hugh Jackman. Pese a que pueda parecer imposible, ambos salen indemnes de semejante despropósito de puesta en escena y de dirección de actores. Esto tampoco es una novedad, ya que Mara y Jackman son de los que nunca fallan. No se puede decir lo mismo de un reparto víctima de un director empeñado en sacarles a todos una sobreactuación comparable a de un payaso de cumpleaños.
Ritmo. Eso es lo único que hace que uno aguante sentado en su butaca. Nos referimos a esos escasos momentos en los que incluso este no resulta excesivo. También el comprobar que los sueños de Barrie eran tan poderosos que incluso una pequeña dosis de ellos puede llegar a salvar del desastre absoluto tal ensalada de errores. Al menos alguien si podrá disfrutar del filme: Querido Pitingo, estás de enhorabuena. Después de “Pan, viaje a Nunca Jamás”, los fans de Nirvana tienen un nuevo lugar al que apuntar sus odios.
Héctor Fernández Cachón