Muy poquitos actores pueden presumir de una carrera como la suya. Leonardo DiCaprio es, sin lugar a dudas, uno de los actores más importantes de las últimas dos décadas. Con 16 años, el actor hacía su primera aparición en pantalla gracias a un papel en “Critters 3”. Era el año 1991 y nadie se imaginaba que estábamos asistiendo al nacimiento de una auténtica leyenda del cine.
Solo cuatro películas necesitaría el bueno de Leon para que todas las miradas del mundo del cine se posasen en su espalda. “¿A quién ama Gilbert Grape?” suponía la confirmación de lo que todos sospechábamos: El rubio guaperas tenía talento para regalar. Una nominación al Oscar con 23 años suponía un justo reconocimiento a ello. Entonces llegarían dos papeles que le darían y le arrebatarían cosas a partes iguales. “Romeo + Julieta” (Baz Luhrman, 1996) y “Titanic” (James Cameron, 1997) se convertían en éxitos descomunales, convirtiendo a DiCaprio en el actor más cotizado de Hollywood, pero también en el chico cuyas fotos forraban las carpetas de millones de adolescentes en todo el planeta. Así las cosas, el actor se plantaba a finales de la década de los 90 en una situación de lo más compleja. Tenía una fama descomunal, pero lo cotizado era su cara en vez de su talento.
Aquí llegaba el punto de inflexión en la carrera de DiCaprio. Tenía que elegir bien los proyectos si no quería ser una cara bonita de por vida. Así, ante el asombro de la industria, el bueno de Leo empezó a rechazar decenas de papeles en grandes producciones. En vez de eso, el actor optaba por esperar nuevas oportunidades para demostrar su talento. Así llegarían Woody Allen con su “Celebrity” y Steven Spielberg con “Atrápame si puedes”. La gente volvía a tomarse en serio a un actor que recibía la llamada más importante de su carrera: Martin Scorsese quería que fuese el protagonista de “Gangs of New York“. Sería la primera de las cinco colaboraciones (hasta el momento) con uno de los directores más importantes de la historia del cine.
Coincidiendo con el momento dulce de Scorsese llegarían “El Aviador”, “Infiltrados”, “Shutter Island” o “El Lobo de Wall Street”. Mientras tanto DiCapiro acaparaba aplausos por sus papeles en “Diamante de Sangre”, “Red de Mentiras”, “Revolutionary Road”, “Inception”, “J. Edgar” y “Django Desencadenado”. Cada proyecto era elegido con lupa, logrando asombrosas interpretaciones a las ordenes de Clint Eastwood, Christopher Nolan o Quentin Tarantino.
¿Qué decía la Academia mientras tanto? Pues que el actor debía irse de vacío en las cuatro nominaciones al Oscar acumuladas. Además de ello, papeles tan poderosos como el de “Infiltrados” o “Django Desencadenado” se quedaban sin la consideración de los Oscar. Los dos Globos de Oro logrados en sus once nominaciones suponían un botín escaso ante tanto talento. Su trabajo en “The Revenant” (Alejandro González Iñárritu) ha vuelto a colocarle como favorito a una estatuilla que, con 41 años, lleva tiempo mereciéndose. Esperémos que esta vez sea la buena.
Leonardo DiCaprio es un actorazo. Este papel es realmente merecedor de su Óscar.