Crítica “El bosque de los suicidios” con Natalie Dormer

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Supongo que la mayoría de vosotros conocéis el dato, pero, por si hay algún despistado, lo recuerdo: existe en Japón, a los pies del emblemático monte Fuji, un oscuro bosque que se ha hecho famoso en el mundo entero por ser un lugar común para el suicidio espontáneo. Si ya de por sí los bosques tienen un componente tétrico, este lo es todavía más. No me sé de memoria la cifra exacta, pero, al parecer, cada año encuentran entre 50 y 100 cuerpos de personas que han ido a perder la vida. Si a esto le sumamos que sucede en Japón, una cultura que da relevancia a los fantasmas de sus muertos y cree en ellos, el sitio es espeluznante por todas las connotaciones que arrastra: desesperación, tristeza absoluta, frustración, rabia, impotencia… Las raíces de esos árboles están nutridas con los sentimientos más angustiosos, pero no solo eso, no. Piensa que puedes encontrar mochilas, tiendas de campaña, ropa, algún objeto personal…

Como punto de partida, “El bosque de los suicidas”, traducción que se le ha dado a la cinta “The Forest”, tiene una localización inmejorable para el género de terror. Si puntuáramos por partes, aquí tendría un 10. Es un sitio llamativo, morboso, terrorífico, con sus fantasmas naturales, su historia con todo el mal rollo… ¿Pero es suficiente utilizar Aokigahara como reclamo?

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¡Pues claro que no! ¿En qué demonios estaba pensando Jason Zada? Ah, sí, en que podría cubrir todas sus carencias con la presencia de Natalie Dormer, que gracias a su participación en “Juego de Tronos” tiene mucho tirón; el público la reconoce y, claro, va a pagar la entrada para ver cómo se maneja Margaery Tyrell por ahí y a perdonar todos sus fallos, que seguro que no son significativos. Yo siempre me pregunto si esta gente no tiene amigos, si no es consciente de lo que está haciendo, si es que no tiene ojos en la cara y un mínimo sentido crítico para darse cuenta de la porquería que está grabando.

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Y ahí te lo pongo, en grande, para que no pierdas una hora y media de tu vida en una película que no ofrece ninguna novedad, que no tiene capacidad para generar miedo y que a los diez minutos ya vas estar olvidando porque no tiene sentido.

Para empezar, la historia gira alrededor de dos hermanas gemelas, Sara y Jess, interpretadas ambas por Natalie Dormer. Jess se ha perdido, cosa frecuente en su historial, como descubriremos más adelante, y Sara acude en su busca inmediatamente, aunque para ello tenga que tomar un vuelo de Estados Unidos a Japón. Una vez allí, sola, empieza su investigación de una manera torpe al estar sola y no manejarse en la lengua local. Como corresponde, se nos explica la “nueva” noción que toca en esta película, porque, como ya sabéis, si en las películas de miedo no te explican algo, es un fracaso. Aquí el término para hacer la boca agua al espectador es “Yūrei” (que no “yuri”, pervertido, que lo sé yo), una figura del folclore japonés que se define en la peli como un fantasma que regresa enojado, lleno de rabia. ¿Qué? Valiente manera de resumirlo, Zada. Está bien. Nosotros no somos expertos en fantasmas japoneses, así que hacemos un pacto y nos lo creemos.

La cosa sigue así. Sara se encuentra con un periodista australiano (Taylor Kinney) que se decide a ayudarla porque cree que tiene entre manos una buena historia y porque, además, ella está muy buena y existe una mínima posibilidad intercambio sexual. Y si no es con ella, con la gemela rescatada, ¡si son iguales, qué demonios! Realmente es una motivación muy pobre para que una persona decida ayudar a otra en un sitio que se conoce como bosque de los suicidios, pero es que todos los secundarios son así de planos e insustanciales.

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A ella (y a nosotros) ya le han advertido de que el bosque juega con la mente en varias ocasiones; primero en el centro de visitas, a través de una japonesa media loca que se pone a sembrar el terror hablando de cómo la tristeza atrae a los entes y después a través del guía. Se supone que esto es una excusa para alertarnos de un todo vale, yo creo que es la disculpa tácita del director, puesto que no sabía qué hacer. Otra cosa que da mucha pena es el montaje, pues destruye toda la atmósfera que se pueda crear en ese bosque y echa a perder lo poco que se puede salvar.

¿Da miedo “El bosque de los suicidios”? La verdad es que no. Los sobresaltos están donde corresponden, milimétricamente medidos, sin ningún tipo de sorpresa. Como ya he dicho, la ambientación está rota y la ausencia de un perfil más realista en los personajes hace imposible la identificación. Una película que podría tenerte pegado a la butaca ya desde su punto de partida todo lo que consigue es resignarte. Tendremos que buscar el miedo en otra parte.

¿Y a ti qué te ha parecido? Cuéntanos.

6 Comments

  1. Amalino febrero 28, 2016
    • Larry agosto 13, 2016
  2. CHEEKY junio 6, 2016
    • Larry agosto 13, 2016
  3. Nicolas M. junio 7, 2016
    • Larry agosto 13, 2016