Las piezas cortas están destinadas a luchadores. Cualquiera que intente hacerse un hueco en la industria del cine y cubrir su necesidad vital de contar historias es plenamente consciente de que el primer paso de ese viaje de 100 millas comienza con un cortometraje. Ese es un terreno por el que se mueven creativos cargados de ilusión, pero en el que los grandes nombres del cine sólo aparecen de manera esporádica.
Sin embargo, muy de cuando en cuando, un libreto consigue cruzar las aguar bravas del río que separa a las estrellas del común de los mortales. Eso es lo que ocurrió el día que Cristina Bodelón e Ignacio de Vicente decidieron que “El Discurso de Navidad” no podía existir sin ese nuevo fenómeno del cine patrio llamado Daniel Grao.
Es el chico de moda de nuestro cine. A sus 40 años, este trabajador de la industria ha visto como su estatus pasaba al de estrella del cine. Más de quince años de trabajo fueron los empleados por Daniel Grao para convertirse en lo que hoy es. Seguramente esa doctrina de esfuerzo y talento aplicada en su carrera fuese el elemento determinante a la hora de hacer un hueco entre Sin Identidad, Palmeras en la Nieve o Julieta con el único fin de dedicar una semana de su vida a “El Discurso de Navidad”. De hecho, es muy probable que eso mismo fuese lo que distinguió en la mirada de dos directores llamados a darnos grandes alegrías en la gran pantalla.
Sea como fuere, lo que está claro es que este futuro ganador del Goya (todavía no nos explicamos que no haya sido nominado este año) se hizo un poco más grande el día que decidió leer las páginas del guión de “El Discurso de Navidad”.