Nota: 9
¿Existe algo más quebradizo que un reflejo en el agua? El mero roce de una hoja seca o una leve brisa de viento puede alterar una figura aparentemente frágil, pero que no deja de vislumbrarse borrosa entre las ondas. Podría tratarse, fácilmente, del reflejo de la luz de luna en un mar tan proclive a la calma, como a la ira. Rudo y sutil, como la propuesta de una película que alcanza lo más profundo de nuestro ser.
La vida de un chico negro americano en un entorno complicado parece una historia nacida para caer en los lugares comunes. Rap, pandillas, atracos a licorerías y la falta de oportunidades serían pilares suficientes para facturar un producto resultón. De hecho, si añadimos el tema de la homosexualidad, parece que ya podemos prepararnos para vivir un dramón plagado de momentos descorazonadores. Eso es lo que haría cualquiera que no fuese Barry Jenkins y que no hubiese construido la descomunal maravilla que es Moonlight.
Ese chaval de Miami llamado Chiron tiene una mirada quebradiza. No necesita palabras para dejarnos claro que el viaje será más profundo de lo esperado. Para Moonlight no existen los roces superficiales. Aquí se entra a lo más profundo del amor y del dolor. De hecho, es amor todo lo que existe en este filme. Amor romántico, amor maternal, amor altruista y amor tóxico. No hace falta ver, oír, ni tocar para que las emociones se claven como espinas. La sutileza bien gestionada puede golpear mucho más duro que nada.
Películas como Moonlight no hay muchas. No sería descabellado decir que cualquier revestimiento es simple disimulo para hablar de algo universal. Este Chiron en las tres etapas de su juventud es reconocible en cualquier lugar y con cualquier orientación sexual. Todo son excusas para acercarnos a esta poesía sobre el camino de los que nos sentimos, de una forma u otra, distintos. No es cine social. Es lírica. Son versos sobre personas, construidos en a partir de los ojos de un grupo de actores sublimes. Es la fragilidad del reflejo de la luna en el mar, que se difumina con facilidad, pero que retorna con fuerza.
Héctor Fernández Cachón