No hay por dónde cogerla. Cuando una película logra estrenarse en nuestras carteleras con un acumulado de 4,7 millones de euros en su primer fin de semana, lo normal es que haya un mínimo de nivel. Pueden ser cintas mejores o peores las que consiguen tan impresionantes datos, pero resulta absolutamente excepcional que una película tan desastrosa como Cincuenta sombras más oscuras logre semejante recaudación.
Efectivamente, la segunda entrega de Cincuenta sombras de Grey ha conseguido debutar en nuestro país con una cifra que se queda muy cerca de los 4,9 millones conseguidos por la gran triunfadora del año pasado, Un monstruo viene a verme. Cierto es que la base fan del fenómeno literario es más que llamativa y que la mayor parte de su recaudación de este tipo de filmes suele amasarse en los primeros días, pero este caso es especialmente sangrante.
Vale que la primera cinta no era ninguna maravilla, pero tenía cierto interés que ha desaparecido de un plumazo en Cincuenta sombras más oscuras. El filme tiene uno de los defectos que más pueden indignar a cualquier espectador, y es que se antoja evidente la desidia con la que se ha desarrollado el filme. Tomando por estúpidos a los espectadores, los responsables de Cincuenta sombras más oscuras parecen haber actuado sobre la premisa de que cualquier cosa que hiciesen iba a ser consumido en masa por todos nosotros. Ni argumento, ni interés, ni erotismo, ni nada… Todavía estamos a tiempo de quitarles la razón.