Nos esperábamos otra cosa. Hace casi un año, cuando empezaban a llegarnos los primeros materiales promocionales, a todos nos sonaba de lujo la idea de ver a Matt Damon defendiendo la Muralla China de hordas de monstruos. Sobre todo, la cosa ganaba en interés al conocer que el genial Zhang Yimou sería el encargado de dirigir una de las producciones cinematográficas más bestiales de la historia del cine asiático. De hecho, parece ser que se trata del blockbuster de mayor presupuesto del año.
El camino a casa, Hero, La Casa de las dagas voladoras, Amor bajo el espino blanco, Las flores de la guerra… Nadie puede encontrar una película mala en la filmografía del director asiático. Al menos así era hasta que se cruzó en nuestro camino La Gran Muralla. El filme rompe constantemente las reglas del juego, haciendo de la fantasía de los monstruos una historia desastrosa. Si nos dicen que la Gran Muralla se construyo para frenar a criaturas temibles, la cosa tiene su gracia. Por el contrario, introducir explosiones, vuelos y similares ya va rompiendo esa apuesta medieval que se nos presenta.
Ciertamente, La Gran Muralla es una película empalagosa en su intento de resultar lo más grande posible. Los efectos especiales se cargan un suspense bastante conseguido en su premisa. Al menos, la taquilla salvara una cinta en la que el caos creativo no encuentra disculpa.