Estábamos viendo que iba a ocurrir algo así. Estos últimos años nos estamos hartando de decir que el cine de terror está viviendo uno de los mejores momentos de su historia. Cada año, el número de proyectos de este género se multiplica, lo que se traduce en cintas tan sensacionales y exitosas como Múltiple, It Follows o No respires.
Sin embargo, ninguna hasta ahora había alcanzado tales dimensiones como lo que está ocurriendo con Déjame Salir. Después de tres semanas en las carteleras americanas, la cinta de Jordan Peele lleva amasados unos increíbles 111 millones de dólares, lo que resulta especialmente asombroso si tenemos en cuenta que su coste ni llegó a los 5. impresiona ese detalle, pero también que su vida comercial no muestre síntomas de agotamiento. El descenso de su recaudación es ínfimo de semana en semana, por lo que la barrera de los 170 millones parece más que aceptable para una película que todavía no se ha estrenado en el resto de mercados del mundo.
¿Se había visto semejante cosa en una cinta de terror? Pues lo único comparable en envergadura podría ser la magnífica El sexto sentido. El filme de Shyamalan lograba unos increíbles 293 millones alrededor de todo el planeta, pero conviene decir que la inversión era de 40 millones y tenía un rostro tan famoso como el de Bruce Willis. Además, su valoración crítica se iba a un 85% de opiniones positivas que en el caso de Déjame Salir se van hasta el 99%.
Un joven afroamericano visita a la familia de su novia blanca, un matrimonio adinerado. Para Chris (Daniel Kaluuya) y su novia Rose (Allison Williams) ha llegado el momento de conocer a los futuros suegros, por lo que ella le invita a pasar un fin de semana en el campo con sus padres, Missy (Catherine Keener) y Dean (Bradley Whitford). Al principio, Chris piensa que el comportamiento “demasiado” complaciente de los padres se debe a su nerviosismo por la relación interracial de su hija, pero a medida que pasan las horas, una serie de descubrimientos cada vez más inquietantes le llevan a una descubrir una verdad inimaginable.