Allá vamos con una de esas curiosidades que nos recuerdan que la de actor es una profesión mucho más arriesgada de lo que parece. Hace un par de años, todos nos quedábamos gratamente sorprendidos después de ver e Atomic Blonde. El director David Leitch volvía a repetir la fórmula que tan bien le funcionaba en John Wick (ahora lo hará en Deadpool 2) para sacarse de la manga una sensacional adaptación de la novela gráfica The Coldest City. En la película en cuestión nos encontrábamos con una Charlize Theron convertida en máquina de matar gracias a unas escenas de peleas de esas que quitan el sentido. Una tarea que le salió bien cara a la ganadora del Oscar.
Esa fuerza de la naturaleza llamada Charlize Theron decidía someterse a meses de entrenamiento para hacer casi todas las escenas de acción de Atomic Blonde. La actriz asombraba a propios y extraños con su decisión de prescindir de dobles para la gran mayoría de las escenas complicadas. La intérprete asumió un riesgo más que importante que se traducía en un duro golpe que Theron no acertaba a encajar como le habían enseñado. ¿Resultado? Pues dos dientes partidos.
Año 1989, el muro de Berlín está a punto de caer. Un agente del MI6 encubierto aparece muerto y la espía Lorraine Broughton (Charlize Theron) debe encontrar por todos los medios una lista que el agente estaba intentando hacer llegar a Occidente, y en la que figuran los nombres de todos los agentes encubiertos que trabajan en Berlín oriental. Lorraine no se detendrá ante nada para conseguir dar con esa lista, enfrentándose a varios asesinos y sumergiéndose en un mundo en el que nadie parece ser quien dice ser.