Estados Unidos, años 80. La Guerra Fría está en su apogeo, y los superhéroes, que antes habían sido admirados, ahora son perseguidos por la ley. Un día aparece muerto uno de ellos, “El Comediante”, que trabajaba para la CIA. Su amigo Rorschach, el único héroe enmascarado en activo, emprenderá la investigación de su muerte, tras la que se oculta algo muy importante.
Los que esperaban encontrarse una cinta de superhéroes al uso, acabaron por convertir Watchmen en un fracaso comercial. Ni grandes explosiones, ni villanos de seis cabezas, ni nada por el estilo… Ante eso, las caras de decepción al salir de la sala resultaban evidentes. Una lástima, sobre todo si tenemos en cuenta que la adaptación que Zack Snyder se marca de una de las novelas gráficas más grandes de la historia es soberbia. Puede que el problema estuviese en la forma de venderla como lo que no era, pero lo cierto es que cada uno de sus 163 minutos de duración es poesía visual y narrativa.
Muchos serán los trabajos de Zack Snyder dentro del universo cinematográfico DC cuando decida poner fin a su andadura entre superhéroes, pero difícilmente alcanzará un nivel tan increíble como el lucido en la sensacional película. También hay que decir que los trabajos de Jeffrey Dean Morgan, Patrick Wilson, Billy Cudrup, Matthew Goode, Malin Akerman y Jackie Earle Haley tienen buena parte de la culpa de que la cosa luzca así de increíble.
A día de hoy nos atrevemos a decir que se trata de una de las mejores películas de superhéroes de la historia del cine. Ver al grupo de los Watchmen en su ocaso y entre la oscuridad de la Guerra Fría parecía patrimonio innegociable de Alan Moore y Dave Gibbons, pero lo cierto es que la película atrapaba a la perfección la esencia de una novela gráfica considerada como la Bíblia de las viñetas de superhéroes.
“Esta noche, un comediante ha muerto en Nueva York…“