Paul Thomas Anderson es un tipo que puede caer un poco regular, pero tiene grandes películas y se ha granjeado, merecidamente, la fama de autor en Hollywood, lugar en el que no es sencillo dominar un proyecto cinematográfico teniendo en cuenta los presupuestos que se manejan. La película con la que se asentó en la industria fue Magnolia, un proyecto muy complejo que Anderson resolvió con talento.
Hay películas que vuelves a ver después de varios años pensando: “A lo mejor no es tan buena como creí en su momento”. Te pones delante del televisor a la defensiva esperando encontrar fallos y decir: “era demasiado joven, no es para tanto”. Pues no. Magnolia es muy buena. No es perfecta, pero es muy buena. Tal vez juega un poco a la lágrima fácil en alguna historia, pero es muy buena.
Y lo es, entre otras cosas, por su gran banda sonora. Anderson supo integrar la música con la historia de forma pocas veces vista en los últimos años en Hollywood. Hasta tal punto lo hace que hay una escena en la que los propios actores cantan una de las preciosas canciones de Aimee Mann. Y al final de la película nosotros mismos hacemos los coros de la espectacular (y muy beatleliana) Save Me…
Nominada al Oscar a mejor canción, la cantautora Aimee Mann se lanzó a la fama con la banda sonora de esta película.
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