Tim Lake (Domhnall Gleeson) es un joven de 21 años que descubre que puede viajar en el tiempo. Su padre (Bill Nighy) le cuenta que todos los hombres de la familia han tenido desde siempre ese don, el de regresar en el tiempo a un momento determinado, una y otra vez, hasta conseguir hacer “lo correcto”. Así pues, Tim decide volver al pasado para intentar conquistar a Mary (Rachel McAdams), la chica de sus sueños.
Este no es más que el comienzo de una historia excepcionalmente hermosa y tierna. Los viajes en el tiempo acaban por resultar un mero pretexto para hablar de la vida y del amor de una manera divertida e inteligente. El Tim Lake interpretado por Gleeson solo pretende que su recientemente descubierto don le sirva para encontrar una novia. Así de simple y de complejo a la vez es su razonamiento. Con saltos o sin saltos temporales, todos nos enfrentamos a las mismas situaciones. El miedo, el amor, el temor a equivocarse, la pérdida… son los diferentes planos de un mismo poliedro llamado “ser humano”. Lo que ocurre es que la manera de contarlo que tiene Richard Curtis alegra el día al más pintado y eso no tiene precio.
Cuando Mary (Rachel McAdams) irrumpe en la vida de Tim, todo parece apuntar a que nos vamos a encontrar con las reglas habituales del género: nos enamoramos, todo va bien, un malentendido está a punto de destruirlo todo y finalmente el amor triunfa con beso final en el aeropuerto… ¡Que va! Aquí no. Desde que Tim y Mary se conocen, lo que ocurre es “la vida” con sus alegría y tristezas. Simple y llanamente. Eso es suficiente para llenar cualquier historia. Pero “la vida” contada con la habilidad narrativa del director es maravillosamente emotiva y divertida.
Secuencias como el primer encuentro de la pareja o la elipsis de tres años con un increíble montaje de secuencias en la estación de metro no hacen más que reafirmarnos en que Richard Curtis trae al género la dignidad que parecía haber perdido para siempre desde mediados de los noventa. El director y guionista británico siempre vuelve para hacernos recuperar la fe. Cada vez que su nombre aparece en los títulos de crédito de una película, sabemos que nuestro día va a mejorar. Llámenlo como quieran, pero Una cuestión de tiempo es puro cine.