Es uno de los mayores fracasos comerciales de la historia del cine, pero ya toca empezar a decir que la película del sensacional Brad Bird resulta de lo más agradable. La encantadora historia de una adolescente llena de curiosidad científica (Britt Robertson) y de un antiguo niño prodigio hastiado por las desilusiones (George Clooney) resulta un entretenimiento más que digno. Con una propuesta de lo más atractiva, Tomorrowland pasaba a engrosar la lista negra de proyectos fallidos tras la injusta respuesta de la taquilla. Toda una lástima…
Efectivamente, la cinta siempre será recordada por el golpe monumental que se llevaban las arcas de Disney, pero a nosotros debería importarnos poco ese asunto, ya que en la compañía del ratón están bien cubiertos. Puede que Tomorrowland no fuese la octava maravilla del mundo, pero hay que reconocer que funcionaba de una manera arriesgada y recuperaba la mejor versión del cine familiar con el que la compañía se ganaba el respeto de todos en las últimas décadas.
Seguramente, de haberse estrenado en los años 80 tendría unos efectos especiales más pobres, pero, a día de hoy, todos estaríamos hablando de la maravilla de Tomorrowland. Inmerecido castigo a una superproducción de esas que no nos toman por tontos y que se arriesgan. De esas cintas que hacen volar nuestra imaginación, y ya es hora de que alguien lo diga.