Cuatro años después del desastre ocurrido en el Parque Jurásico de la isla Nublar, John Hammond revela a Ian Malcolm que existe otra isla en la que se criaban los dinosaurios antes de ser transportados a la isla Nublar. Ian, acompañado por dos expertos, deberá acudir a la isla Sorna para rescatar a una científica, aunque los planes cambiarán drásticamente.
La empresa era complicada. Steven Spielberg había conseguido marcar todo un hito en la historia del cine con Jurassic Park. Millones de dinoadictos en todo el mundo esperaban ansiosos el aterrizaje de una secuela que lograría también una impresionante taquilla, pero que terminaba por ser defenestrada por fans y público en general. Dos décadas han pasado desde aquel 1997 en el que los dinosaurios volvían a rugir, pero nosotros seguimos pensando que el golpe encontraba su base en una cuestión de expectativas.
Efectivamente, El mundo perdido: Jurassic Park sorprendía por varios aspectos, pero el principal de todos ellos era el cambio de tono. Por mucho que los dinosaurios aterrorizasen en la primera entrega, lo cierto es que la oscuridad se disparaba en una segunda película que no escatimaba en salvajismo. El tono familiar desaparecía en gran medida con un filme sangriento. Sin embargo, un vistazo atrás nos obliga a reconocer lo trepidante de todas y cada una de las secuencias del filme. No vamos a decir que mereciese una docena de Oscars, pero el filme quedaba lejos de ser el desastre que se recuerda.
A todos estos detalles hay que sumar un reparto que nada tenía que envidiar a su antecesora. Jeff Goldblum repetía como un Ian Malcolm, más maduro esta vez. A su lado, intérpretes del calibre de Julianne Moore, Pete Postlethwaite, Vince Vaughn o Peter Stormare contribuían a la creación de una secuela más que divertida.