“Filmar un jodido reloj que tictaquea o dejar que un desgraciado le entren angustias al ver una madama en pelotas, dijo mi padre, ¿cómo coño se puede llamar a eso obra maestra y de nivel mundial? Claro que la gente va al cine, ¿quién coño no quiere ver las tetas de Harriet Anderson? Mi abuelo decía que Bergman era un burgués camorrista, valiente frente a los excrementos, pero cobarde en la política. Claro, decía mi padre, mierda, de eso sí que entiende el maestro de directores. Y de tetas.”
Un verano con Monika (1953): la introducción pertenece a Nadie es dueño de mí de Asa Linderbog y aparece como nota de inicio en el libro sobre Ingmar Bergman escrito por Jörg Donner. Creemos que es una forma de definir al director sueco. Otra forma es la siguiente: cineasta más importante de la historia.
Cuando Bergman aborda Un verano con Monika ya lleva 11 películas. Tiene 35 años. Había debutado con Crisis en 1946. Ciudad portuaria o Prisión habían mostrado el nivel del director sueco. Pero es con Un verano con Monika cuando su estilo empieza a asentarse. Dos jóvenes rebeldes abandonan su casa durante el corto pero ardiente verano sueco dispuestos a disfrutar de la vida. Bergman explota el físico y la mirada turbadora de Harriet Anderson que encarna una femme fatale a la sueca. El último plano de la película se graba a fuego en la memoria de millones de espectadores.
Sonrisas de una noche de verano (1955): Un poco cansado del estilo de sus propios guiones, Bergman decide dar un giro y presenta una comedia de fuerte raigambre literaria. Sonrisas de una noche de verano se convierte en uno de los primeros éxitos del sueco más allá de su país recibiendo premios en Cannes.
Comienza a afianzarse algunos de los ingredientes de su cine posterior: guiones sólidos y ácidos con diálogos punzantes (recursos fundamental en su cine), personajes de gran profundidad psicológica, influencia del teatro, fotografía exquisita y capacidad para provocar al espectador de forma sutil. Bergman es consciente de su talento e inicia proyectos más ambiciosos.
Fresas salvajes (1957): segunda obra cumbre de Bergman tras El séptimo sello, filmada pocos meses antes. El cineasta de Uppsala acude a Victor Sjöström, legendario director sueco responsable de La carreta fantasma (1921), para que protagonice este viaje físico y espiritual de un septuagenario y famoso físico que acude a la Universidad para recibir un premio.
Bergman introduce diversas novedades en su cine como la presencia del protagonista en sucesos de su vida pasada, recurso que luego será usado por otros grandes directores como Woody Allen, quien nunca ha ocultado su devoción por el cine del director escandinavo. A punto de cumplir 40 años, Bergman se halla en una etapa de efervescencia espiritual y de anhelo trascendental.
No cabe duda de que el personaje de Sjöström es un trasunto de cómo el director se ve a sí mismo en el futuro. Un recorrido por la infancia, la adultez y la vejez de un hombre que anhela despejar dudas y encontrar sentido a la existencia al encontrarse en el umbral de la muerte. Oso de oro en Berlín, Globo de Oro, nominada al Oscar… Bergman ya es un gigante internacional.
El Rostro (1958): Bergman vuelve sobre sus pasos. Tiene ganas de divertirse y retorna a la farsa teatral de títulos como la extraña y poco recordada Noche de circo (1953) La importancia del teatro en su vida es fundamental, hasta tal punto de considerarse un hombre de teatro más que un hombre de cine. Strindberg es su referente (terminó construyéndose una casa en el solar que un día ocupa el célebre dramaturgo sueco). El Rostro es una película de envoltorio trascendental como sus anteriores cintas pero que esconde una raíz irónica desvelada al final del metraje. Y es que Bergman también es capaz de reírse de sí mismo y de sus paranoias, cosa poco habitual entre los pesos pesados del séptimo arte.
Y debemos citar, aunque sea de pasada, la enorme categoría de la mayor parte de actores bergmanianos. Pocas veces hemos visto una dirección de actores tan eficaz y unos intérpretes tan capacitados como los que aparecen en el cine de Bergman: Gunnar Björnstrand, Max von Sydow, Ingrid Thulin, Erland Josephson, Bibi Andersson, Liv Ullman, etc.
El manantial de la doncella (1960): Llega el primer Oscar a mejor película extranjera. Y lo hace con una cinta cuyo guión no es de Bergman, algo poco habitual en su carrera. Historia de ambiente medieval que contiene una escena de violación que hizo correr ríos de tinta en su día. A Bergman, experto en excrementos y en tetas, no le temblaba el pulso a la hora de abordar escenas escabrosas. Más allá de la anécdota, El manantial de la doncella cierra un ciclo que anuncia grandes cambios en la obra del cineasta sueco que comenzaba a oxidarse.
Y asienta su colaboración con Sven Nykvist (con el que ya había trabajado en Noche de circo), fotógrafo fundamental en la estética del cine bergmaniano en los años 60, y uno de los profesionales más importantes de la historia del cine en este ámbito.
http://forum.virtina.com/cheap-tiffany-uk-enjoy-this/