Era una de las grandes preguntas que todos nos hacíamos. Tras conocer que Narcos regresaría con una tercera temporada, lo cierto es que no podíamos evitar cierto escepticismo. Muerto Pablo Escobar, resultaba casi imposible imaginar un futuro para la serie en ausencia de su gran atractivo. Sin el brillante villano construido por Wagner Moura, no pasaba por la cabeza de nadie que el cartel de Cali pudiese compararse con nuestro carismático Escobar.
Así se plantaba en nuestras televisiones la tercera temporada de Narcos. Un capítulo de dudas, el regreso de algunos personajes conocidos y un nuevo arranque se ponían sobre la mesa en un par de episodios de toma de contacto. A partir de ahí, la ficción de Netflix no solo recuperaba el nivel de las dos primeras temporadas, sino que lo superaba con creces. Narcos es una serie mejor, más madura y mucho más brillante. Si hasta hace dos días todo se dejaba caer en la espalda de un villano inigualable, ahora es cuando la ficción tira de narrativa y de una inteligencia incomparable para disparar su calidad.
Con el genial Pedro Pascal repitiendo en su papel de Javier Peña, la serie nos conduce hacia un cartel integrado por tipos radicalmente distintos. Inteligentes, pasionales, sádicos, torpes… La construcción de Cali roza lo brillante, como también las tramas de unos episodios con descomunal capacidad para sorprender y con una propuesta argumental mucho más potente. Todo es diferente a los tiempos de Escobar, pero igual de trepidante gracias a una construcción de situaciones que bien merece un sonoro aplauso. Y es que Narcos acaba de firmar su mejor temporada.