Es una auténtica pena, pero de eso nos damos cuenta sólo al terminar la película. Entre las grandes apuestas del terror patrio para este año se encontraba El secreto de Marrowbone. El debut tras las cámaras de Sergio G. Sánchez se antojaba más que suficiente como para que todos estuviésemos entusiasmados. No es para menos, ya que el guionista de Lo Imposible o El Orfanato venía avalado por una impecable trayectoria, pero su primera experiencia como director dista mucho de lo que esperábamos.
Cuatro hermanos, temiendo que les separen tras la muerte de su madre, se esconden del mundo en su abandonada granja, un lugar cuyas viejas paredes esconden un terrible secreto… Hasta ahí, todo bien. el problema es que el afán por dar miedete a base de tirar de lugares comunes no cuela. De hecho, a tal punto llega el desgaste generado por la construcción de secuencias mil veces vistas, que lo que nacía con terrorífico afán muta en casi comedia.
Cierto es que Sergio G. Sánchez no luce mal en cuanto a la presentación de hermosos planos. El problema es que todo se va vaciando en su afán por sorprender. De hecho, la comedia irrumpe en escena cuando el filme se muestra solemne en su erróneo convencimiento de que han conseguido dejarnos noqueados. Y es que el final, su gran baza, es la cumbre de lo ridículo. Lástima.
Que lástima que algunos pseudo intelectuales no vean más allá de las secuencias de “susto” y les dé por reírse tanto… no sé de qué. Esta película no va sobre fantasmas, va sobre el amor y el dolor como motor de todas las cosas envuelto todo en una admósfera de misterio. Lo de las risas no lo comprendo, he asistido al pase general de la película de San Sebastián y recientemente en un preestreno que se realizó en el auditorio de la universidad laboral de Gijón con la banda sonora en directo, y no escuché a NADIE reírse (y en total eran unos cuantos miles de personas)
Da igual lo buena que sea la película de miedo, si vas y te abstraes pensando en si la escena se parece o se deja de parecer a otra, en ningún momento “entrarás” en ella y no serás capaz de disfrutarla.
La verdad, me parece un comentario bastante injusto. En un auditorio lleno hasta la bandera, tampoco he visto a nadie reírse, más bien al contrario, los sobresaltos sincronizados de la audiencia eran bastante notables.