Algo está fallando en The Walking Dead. Habitualmente, la serie había conseguido que millones de fans sintiésemos el sudor recorriendo nuestras frentes con cada nuevo episodio. El sudor la sensación de peligro se hacían evidentes en aquellos días de lucha contra el Gobernador, a la llegada a Alexandría o con la primesa de la irrupción de Negan. Sin embargo, ahora es todo bien distinto.
Tras la horrible séptima temporada, muchos empezábamos a sentir un poco de desapego por las tramas de la serie. Cuando inviertes 16 capítulos en prácticamente nada, lo normal es que la paciencia comience a resentirse. Sin embargo, todo el asunto prometía enmendarse gracias a una octava temporada de guerra total entre las comunidades libres y los Salvadores de Negan. Algo que, efectivamente, se está produciendo. Lo que pasa es que existe un “pero” de tamaño considerable.
Hemos visto más pólvora, más muertes, más carreras y más acción que nunca. Sin embargo, en tres capítulos que llevamos de la octava temporada de The Walking Dead nos asalta la sensación de que volvemos a asistir a la nada argumental, pero con mucho ruido. No hay equilibrio entre la tensión y la épica, como tampoco pulso a la hora de llevar lo que muchos fans de las viñetas consideran los mejores números. Algo está fallando en el seno de una ficción que, a día de hoy, parece una película de acción sin argumento.
Vosotros os quejáis por todo de la serie. Luego sois unos posturetas hayewatchers de la vida sin personalidad que alaban juego de tronos lamiendo el culo a los guionistas porque es la moda del momento cuando las 3 últimas temporadas han sido un mojon enorme además tantas temporadas para una batalla que nunca llega. Habláis por hablar muchas veces y cuando uno no se informa bien (del material original del que se basa la serie y la guerra ocurre así, luego viene la caída, ahora van ganando pero no les queda nada) balbucea.