Sabemos que no es el mejor momento de su carrera, pero no podemos por menos que salir en su defensa. Nicolas Cage es un tipo extraño. Su frecuente histrionismo, sus looks extraños, sus vicios fuera de lo común y su inefable filmografía hacen que perdamos de vista el hecho de que es mucho más grande de lo que parece. Vale que tener un tiburón debajo del cristal del suelo de tu salón o construirte una tumba en forma de pirámide puede llevar a que el público pierda la perspectiva, pero hay mucho más detrás de eso.
Están siendo años horribles. Nicolas Cage enlaza un desastre de Serie B tras otro. Sus excesos del pasado y su mala cabeza en muchos momentos le han jugado una mala pasada. Ahora se ve obligado a pagarlo todo a costa de sacrificar su trayectoria. Sin embargo, hablamos de un tipo que nos ha dado grandes momentos de cine. Por eso, el anuncio de que se piensa retirar dentro de tres años es, lo mires por donde lo mires, una noticia nefasta.
Leaving Las Vegas puso de manifiesto que era un actor enorme (Oscar incluido), pero el bueno de Nic tiene un puñado de películas tremendas. Hablamos del tipo que firmó la santísima trinidad del cine de acción de los 90: La roca, Cara a cara y Con-Air. También estamos ante el hombre que nos dejó noqueados por partida doble con sus gemelos de Adaptation: El ladrón de Orquídeas. Condujo la ambulancia de Scorsese en Al límite, traficó a lo grande en El señor de la guerra, nos dejó noqueados con esa pequeña joya llamada Joe… Poca broma.
Es un tipo carismático a morir y no deja a nadie indiferente. Puede que, pese a ser centro habitual de bromas, Nicolas Cage haya sido uno de los intérpretes más sensacionales de las últimas décadas. conviene valorar el legado de un hombre que, a nuestro juicio, está pidiendo a gritos una resurrección “tarantiniana”.