Estamos en la segunda mitad del siglo XVII. Dos jesuitas portugueses deciden viajar a Japón tras conocer que, sometido a una intensa persecución y una cruel tortura, un misionero ha renunciado a su fe. Lo que se encontrarán en suelo nipón es algo mucho más doloroso de lo que podían llegar a imaginar. La violencia con la que los japoneses reciben a los cristianos se irá convirtiendo en un oscuro camino para los dos jóvenes, que deberán luchar contra sí mismo para mantener una fe que parece evaporarse.
Hace poco más de un año asistíamos atónitos al glorioso espectáculo que suponía Silencio. Tras mucho tiempo de espera, la cinta de Martin Scorsese nos mostraba lo que el veterano director llevaba años preparándonos. Un nuevo viaje hacia el corazón de la fe de un tipo que nos tiene acostumbrados a abordar los extremos más oscuros e íntimos de la conducta humana.
Silencio representa cosas magníficas desde el punto de vista de cualquier cinéfilo. El hecho de comprobar que Martin Scorsese es uno de los pocos creativos del planeta capaz de mantener sus obras lejos de la mano de cualquiera. Nadie le dice a Marty si tiene que cambiar algo, porque él hace lo que quiera. Además, conocedores de las influencias cinematográficas más profundas de Scorsese, resulta grato encontrar un filme en el que ha desplegado sus pasiones más ocultas. Sin embargo, también es necesario ser conscientes de que se le va la mano en el desarrollo narrativo del filme.
Efectivamente, la puesta en escena de Silencio es tan brillante como cabría imaginar. Lejos de mostrar un viaje sencillo, ante la obra de un racionalista cristiano. El problema es que la intensidad de la lucha interna de Andrew Garfield se pasa de rosca. Son muchos los momentos en los que sentimos que todo se podía contar de una forma más brillante prescindiendo de más de 40 minutos y con un brío que siempre ha mostrado el menudo director.
Desde este momento, todos esperamos el regreso de Marty con The Irishman. Nunca cuestionando el enorme valor de Silencio, queremos ver a uno de los grandes del cine en una versión más extrovertida. Con Al Pacino y Robert De Niro parecen ser los compañeros de viaje ideal.