Crítica: “El llanero solitario”

Una película como El llanero solitario debe juzgarse de forma distinta a otras propuestas que llegan a la cartelera. Es una superproducción diseñada en Hollywood y dirigida a un público muy amplio. Se aspira a que toda la familia acuda al cine arrastrada por una gran campaña publicitaria y por Johnny Depp. Por eso intentamos ver la película con otros ojos. ¿Qué sentiríamos si fuésemos un niño y asistiéramos a esta cinta?

En la última década, y quizás un poco antes, se ha impuesto en Hollywood un método de producción que convierte las películas en acontecimientos. No se trata de ver solo una película de 2 horas, sino de vivir un estreno con varios meses de antelación gracias a la publicidad, los tráilers, etc. Y después, esperar por la segunda parte, comprar el juego de ordenador y tal vez una figura del indio Tonto… Y es que se imponen las franquicias. No se piensa en una película, se piensa en tres. De esta forma se ahorra mucho en producción confiando en que el público no se vuelva demasiado exigente. Y normalmente no lo hace.

Se dice que El Llanero Solitario tendrá más partes. Al menos, hay un final abierto que deja lugar a más aventuras. Pero tal vez al productor Jerry Bruckheimer y al director Gore Verbinski, ambos en la infinita saga Piratas del Caribe, esta apuesta no les vaya a salir tan bien. El llanero solitario es una película espectacular, con apreciables momentos de comedia, pero también con escenas de acción eternas y aburridas y un guión un tanto deshilvanado.

Y aunque se cuente con un valor seguro como Johnny Depp, la película necesita algo más para salir a flote. El veterano actor norteamericano vive una huida hacia delante desde hace muchos años. La saga Piratas del Caribe le enseñó el camino y ya no da marcha atrás. Su gran trabajo con Jack Sparrow le ha alejado del cine de menos presupuesto. Hace lo que le da la gana sin preocuparse de las críticas.

En El llanero solitario vuelve a interpretar un personaje extravagante enfocado a la comedia. Pero ya no sorprende tanto, después de haberle visto tantas veces maquillado y sacando partido de su gestualidad. Es gracioso, sí. Incluso su forma de hablar nos recuerda a Mourinho en rueda de prensa cuando habla en inglés y nos hace más gracia todavía. Pero al final te aburres del indio Tonto. Y te aburres porque la película es excesivamente larga y disparatada.

Pero habíamos dicho que la íbamos a intentar ver con los ojos de un niño. El cine enfocado al público de menor edad invierte los mayores recursos en generar sensaciones. Es un cine más dirigido al corazón. Se pretende fascinar. Pero creemos que los productores de Hollywood confunden fascinación con desmesuradas escenas de acción de veinte minutos. Todo muy espectacular, pero inasumible. Y los niños tampoco son tontos. Tienen un límite. A El llanero solitario le sobran trenes y relojes y le falta encanto y personalidad.

Pero es muy difícil lograr un guión con personalidad cuando en las mentes de los productores se está pensando en tres películas en vez de una, cuando se gastan millones de dólares en diseñar  las escenas de las carreras de trenes y no se invierte un poco de tiempo en crear un Llanero Solitario un poco más atractivo. O cuando se le paga un sueldo a Helena Bonham-Carter por… ¿Por qué?, como diría el alter ego de Tonto.

Y si analizamos la película con los ojos de un padre, nos quedamos con el tono de western clásico que destila en algunos momentos la historia, el conflicto entre el progreso y la tradición, el romanticismo de la frontera. Y con el malo William Fichtner. Pero al igual que el niño que llevamos dentro, no podemos sentir fascinación por una película que se hunde irremediablemente en los últimos 40 minutos de metraje, ahogada en un tumulto de saltos imposibles, disparos eternos, pesadas simbologías y ruido infernal.

Lo Mejor: El tono de western clásico de aventuras de la presentación de la historia, algunos golpes de humor. William Fichtner.

Lo Peor: Excesiva, poca personalidad, no hay medida en las escenas de acción. Helena Bonham Carter.