“Tenemos a una niña ondeando una bandera, parece que quiere decirnos algo, abortamos la misión”, dice un piloto a lomos de un avión supersónico. “Sé que le gusta la paz y esas cosas, pero tiene que disparar ese cacharro”, le dicen al presidente. Asalto al poder es así. Puro cachondeo. A Roland Emmerich todos los conocemos. Es un director alemán acogido en Estados Unidos que no ha dudado en devolver esta hospitalidad con películas cargadas de mensajes inequívocamente imperialistas y chauvinistas: Soldado universal, Independence Day, 2012, etc. Subió un poco el nivel en la interesante cinta de aventuras y ciencia ficción Stargate o El patriota.
Pero tal vez cometemos un error centrando críticas de esto tipo en el director. El cine estadounidense puramente comercial no aspira a ser considerado una manifestación artística. Nada más lejos. Es un producto diseñado para el consumo. Sin más. Emmerich es un peón que se encarga de dar al aspecto final a una producción diseñada en los despachos de las corporaciones de Hollywood. Emmerich no es un director-autor. Es un vendedor, un comercial. Así es Hollywood. Todos los sabemos.
¿Conocéis alguien que sueñe con hacer la Ruta 66 a bordo de un Mustang rojo descapotable? Seguro que sí. El cine ha logrado que todos seamos un poco estadounidenses. Podemos criticarlos o despreciarlos, pero han clavado su banderita en nuestro cerebro. Como hizo Kubrick en la Luna. Y el cine es un instrumento fundamental para exportar su modo de vida, sus valores y sus tribulaciones. Y esto significa pasta. Que de eso se trata al fin y al cabo. De ganar dinero.
No sabemos si con Asalto al poder recuperarán la inversión. También por el hecho de que recientemente se ha estrenado Objetivo: La Casa Blanca, una película muy similar a esta. Y con ver una ya está bien, suponemos. La que nos ocupa hoy es la cinta protagonizada por Channing Tatum, el extraviado Jamie Foxx, y Maggie Gyllenhaal (Secretary). Pero a nivel actoral lo más interesante es la presencia del incombustible James Woods o Jason Clarke (La noche más oscura).
¿Qué ofrece Asalto al poder? Una especie de Jungla de cristal reloaded en la Casa Blanca. Tenemos un héroe solitario y anónimo, un familiar en el edificio (en este caso una niña), un grupo de asalto con un Hans (Woods), un Karl, el rubio de La jungla, (Clarke) y un friki de los ordenadores desquiciado de ironía afilada, el negro que entraba en el edificio Nakatomi cantando una jugada de los Lakers. La Jungla funcionó a las mil maravillas, ¿por qué no vamos a copiar punto por punto aquella película? Y si lo notan las espectadores, qué cojones nos importa… Eso significa que ya han pagado. Y punto.
La diferencia es que Asalto al poder introduce más elementos: el presidente Obama con otro nombre, conflicto en Oriente Medio, misiles nucleares, etc. Un pastiche que irá complicándose a medida que avanza la película. Y muchas más escenas de acción. Si en la Jungla explotaba un helicóptero, ¿por qué no explotamos tres? Y de paso metemos tanques, aviones supersónicos y carreras de coches por el jardín de la White House. Lo dicho, puro cachondeo.
Y es que lo original de esta película es que no se toma en serio a sí misma. Los golpes de humor de casi todos los personajes nos anuncian, de alguna manera, que los creadores son conscientes de que lo que cuentan no aspira a ser creíble. Intenta entretener y en algún momento lo logra.
Tatum no es McClane, claro. Jamie Foxx es ridículo como presidente. Parece más bien el Secretario de Agricultura. Pero tiene algunos chascarrillos de interés. La niña es repelente, más dura que el titanio de Robocop. Pero el loco del grupo de asalto entretiene y el guía de la Casa Blanca tiene su aquel.
Así que si os apetece acudir a la sala de cine bajo los efectos de alguna sustancia psicotrópica, o ese día estáis con ganas de cachondeo, Asalto al poder ofrece un par de horas de algarabía made in Hollywood.
Lo Mejor: No se toma en serio a sí misma.
Lo Peor: Si hilamos fino para desentrañar el mensaje de esta clase de películas podemos enfadarnos. Así que dejaros el equipo de costura en casa. Flagrante falta de originalidad.
Esta pelicula es muy derechista, muy imperialista, que muestra a Estados Unidos como los buenos del mundo
Esta pelicula es muy derechista, muy imperialista, que muestra a Estados Unidos como los buenos del mundo