Ni una semana tardaba Netflix en firmar el primer fenómeno televisivo del año. La compañía nos sorprendía a todos el pasado mes de enero con esa brillante gamberrada titulada The End of the F***ing World, una auténtica joyita de 8 episodios de 20 minutos de duración que nos volvieron locos.
El fenómeno resultaba de lo más normal, ya que la adaptación de la novela gráfica de Chuck Forsman funcionaba que daba gusto. Alex Lawter y Jessica Barden se metían en la piel de James y Alyssa, dos adolescentes que emprendían un viaje por carretera de lo más peculiar. Y es que Alex se creía un psicópata empeñado en matar a alguien, para lo que elegía a Alyssa. El problema es que tantas goteras tenía la chica como el chaval, convirtiendo su interacción en una maravilla.
“Volverá con una p*** segunda temporada”. Con ese directo mensaje acompañado de un vídeo de la serie, la cuenta de Netflix Japón nos daba una alegría de las buenas a todos los seriéfilos. Y es que el final de
Ni una semana tardaba Netflix en firmar el primer fenómeno televisivo del año. La compañía nos sorprendía a todos el pasado mes de enero con esa brillante gamberrada titulada The End of the F***ing World, una auténtica joyita de 8 episodios de 20 minutos de duración que nos volvieron locos.
El fenómeno resultaba de lo más normal, ya que la adaptación de la novela gráfica de Chuck Forsman funcionaba que daba gusto. Alex Lawter y Jessica Barden se metían en la piel de James y Alyssa, dos adolescentes que emprendían un viaje por carretera de lo más peculiar. Y es que Alex se creía un psicópata empeñado en matar a alguien, para lo que elegía a Alyssa. El problema es que tantas goteras tenía la chica como el chaval, convirtiendo su interacción en una maravilla.
“Volverá con una p*** segunda temporada”. Con ese directo mensaje acompañado de un vídeo de la serie, la cuenta de Netflix Japón nos daba una alegría de las buenas a todos los seriéfilos. Y es que el final de The End of the F****ing World era demasiado abierto como para no aprovechar la oportunidad de volver a petarlo.
era demasiado abierto como para no aprovechar la oportunidad de volver a petarlo.