Las comparaciones son odiosas. Y si no, que se lo pregunten a la tercera entrega de El Padrino. Cuando hablamos de una secuela de la mejor película de la historia del cine, lo más probable es que salga mal parada, pero si encima resulta que El Padrino II marca un nuevo hito en la cinematografía mundial, ya hay que hilar muy fino.
Por estos motivos y por la pérdida de algunos de los personajes emblemáticos de la familia Corleone, El Padrino III se convertía automáticamente en el centro de las iras de los más puristas. ¿Inferior a sus predecesoras? Probablemente ¿Mala? Ni remotamente. Todo lo contrario.
Es evidente que una película que aspire a estar a la altura de sus antecesoras no puede cometer errores como el que cometió Francis Ford Coppola metiendo a su hija Sofia como hija de Michael Corleone. Cierto es que Winona Ryder abandonó el proyecto en el último minuto y que fue una solución rápida, pero seguro que cualquier otra opción habría sido mejor que la de Sofía. Igualmente, escenas como la del ataque del helicóptero nos deprimían profundamente. En cualquier caso, más allá de eso la cinta cierra con maestría la gran trilogía de Coppola, entregándonos incluso alguno de los pasajes más memorables de la saga.
Impecable en su mayor parte y emocionante, estamos ante un poético ejercicio cinematográfico para disfrutar una y otra vez. El Padrino III es la peor cinta de la trilogía, pero bajo ningún concepto es esa cinta horrible que muchos se han empeñado en vendernos.