Una película polaca, en blanco y negro, y ambientada en los años 50 y 60. Seguramente estos no sean argumentos demasiado poderosos para convencer a alguien de que vaya a una sala de cine, pero Cold War bien merece el pago de una entrada. Y es que sería una sorpresa mayúscula encontrarse este año con una película más maravillosa que la de Pawel Pawlikowski.
Con la Guerra Fría como telón de fondo, Cold War presenta una apasionada historia de amor entre dos personas de diferente origen y temperamento que son totalmente incompatibles, pero cuyo destino les condena a estar juntos. Los dos protagonistas friccionan tanto como se aman. Son incompatibles por todo, salvo por un amor descomunal que les une más allá de cualquier consideración racional.
Después de ganar el Oscar y dejarnos completamente asombrados con Ida, Pawlikowski es incluso capaz de mejorar su excelso trabajo anterior. Cada plano de Cold War es como si el cine y toda su esencia se concentrasen en un momento concreto para calarnos hasta los huesos. Es tan hermosa que queremos agarrarla todo el tiempo mientras su metraje se nos escapa entre los dedos.
Por si no fuese suficiente con todo eso, encima resulta que esos dos fenómenos llamados Joanna Kulig y Tomasz Kot están inmensos. Cuesta recuperarse de Cold War...