Los peores presagios comienzan a confirmarse. Cada año, alguna producción cinematográfica de gran calibre termina convertida en un desastre absoluto. A veces por causas justificadas y otras por razones inexplicables, siempre nos encontramos con que el público decide darle la espalda a una cinta, provocando un batacazo económico épico. Un “premio” para el que Robin Hood parece haber comprado demasiadas papeletas. Y es que ya venimos avisando desde hace tiempo de que se trata de una inversión demasiado elevada para un producto cuyo atractivo parece limitado.
Robin of Loxley (Taron Egerton), un cruzado curtido en mil batallas, y su comandante morisco (Jamie Foxx) se rebelan contra la corona de Inglaterra que está llena de corrupción. El problema es que, como ya ha quedado claro, la apuesta de Robin Hood va muy en el camino de la desastrosa Rey Arturo: La leyenda de Excalibur o, lo que es lo mismo, de un exceso estético y digital.
El 5 de diciembre se estrena una cinta que, tras sus primeros pases, ya ha sido calificada como la peor versión de Robin Hood. Desastrosa, aburrida o ridícula son solo algunas de las perlas que le están dedicando a un filme con pinta de estrellarse también estrepitosamente en taquilla. Veremos si es tan mala como dicen…