Cuando el bueno de Rick Grimes se despertó solo en medio de aquel hospital, poco podíamos imaginarnos que estábamos ante el nacimiento de uno de los personajes televisivos más interesantes de la historia de la pequeña pantalla.
The Walking Dead es hoy una serie con millones de fans alrededor de todo el mundo. Cuando Frank Darabont (Cadena Perpetua) decidía llevar los cómics de Robert Kirkman a la televisión, era plenamente consciente de que buena parte del éxito de la ficción iba a residir en la elección del actor que diese vida a su Rick. En un primer momento, la idea de Darabont era la de contratar a Thomas Jane, después de haberle dirigido en La Niebla. Ante la negativa de este, la cosa se complicaba. Comenzaba entonces un minucioso proceso de selección que acabaría con Andrew Lincoln como elección final. Un proceso nada sencillo, tal y como ha explicado el propio actor en Comic Book.
“No había dormido en tres días y estaba completamente emocionado con esta oportunidad. Tenía el look apocalíptico que seguramente encajó perfectamente con lo que buscaban, parecía que había sobrevivido a un apocalipsis zombi. “Frank quería al Gary Cooper de Solo ante el peligro, un líder clásico, muy moral, amable y caballeroso. Pero también quería a un hombre de familia, es decir, la idea de tener a un hombre que acababa de tener su segundo hijo le parecía perfecta”, explicaba Andrew Lincoln.
Afortunadamente, el sensacional actor demostraba su talento a lo largo de las temporadas, siendo capaz de desarrollar la mutación de aquel perfil que busca Darabont, hasta convertirlo en el tipo más peligroso de lo que queda de Estados Unidos.