Varios años como chico de moda del cine, una larga etapa como “chulo de playa”, ascenso a lo más alto de la industria y… La carrera de Matthew McConaughey se ha convertido en una auténtica montaña rusa. El actor irrumpía en nuestras vidas a principios de los noventa con una serie de grandes papeles que lo convertían en el actor joven más prometedor de la industria. Tenía el mundo en sus manos hasta que su reputación empezó a hundirse. Los proyectos interesantes desaparecían al mismo ritmo que el bueno de Matthew pasaba a convertirse en una especie de “chulo de playa”.
Cuando todos lo dábamos por perdido, McConaughey sacaba a relucir su inmenso talento en una serie de proyectos de gloriosos. Mud y True Detective marcaban el camino que le llevaría al Oscar por Dallas Buyers Club. Estaba en la cumbre y todavía era capaz de volar más alto gracias a Iterestellar, la maravilla de Christoper Nolan que arrasaba en taquilla. El mundo estaba a sus pies, pero las cosas parecen haberse torcido de nuevo.
Ha vuelto a enlazar varios proyectos de lo más pobres. Los Hombres libres de Jones no estaba mal, pero quedaba lejos del nivel de Oscar esperado. Después llegarían sonoros batacazos como el de La Torre Oscura o Serenity. Decepción también la de White Boy Rick, otro filme que apuntaba mucho más alto.
Llegados a este punto, ya nos empezamos a preguntar si será otro pequeño bache o si. Por el contrario, la montaña rusa de la carrera de Matthew McConaughey ha entrado en otro profundo y largo valle.
Veo grandes diferencias entre su carrera con anterioridad sus actuaciones eran de un nivel bajísimo y su carrera actual, en la que se evalúa la rentabilidad de las películas, que es probablemente la peor manera de medir la calidad cinematográfica, más que la calidad de sus actuaciones, que no creo que estén siendo el problema.