Está claro que por algún lado tenía que estallar la cosa. El choque entre el cine tradicional y el modelo de negocio cinematográfico de las plataformas de streaming se venía fraguando desde hace tiempo. Y es que el sector no termina de encajar bien la metodología de Netflix y similares. De hecho, el pulso quedaba de manifiesto con la derrota de Roma en los Oscar, cuando partía como clara favorita.
Sin embargo, el pulso acaba de adquirir dimensiones épicas. No es para menos, ya que el mismísimo Steven Spielberg acaba de coger el estandarte de la lucha contra las películas facturadas por plataformas de streaming. Concretamente, su decisión no ha sido otra que la de iniciar una campaña para evitar el acceso de estos productos a premios de envergadura. El gobernador de la Academia de Cine en la rama de directores no quiere que este tipo de películas aparezca en Oscar, Globos de Oro o festivales como el de Cannes. No gusta que Netflix opere como un estudio en ciertos aspectos, pero en otros no.
Un factor fundamental en todo este lío es que se entiende que las películas promocionadas por Netflix están “dopadas” económicamente. Esto provoca que proyectos cinematográficos distribuidos por compañías más pequeñas queden condenados al ostracismo. Además, no se respeta la ventana de distribución de 90 días y no se ofrecen datos públicos de taquilla.
La guerra ha comenzado y sus consecuencias todavía son insospechadas.